"Las revoluciones se producen en los callejones sin salida".

Bertolt Brecht


MILAGRO EN ROMA

Acto seguido, el Papa salió al balcón

y condenó al imperialismo

y como por milagro

los misiles se convirtieron en azadones

y los bancos internacionales

en instituciones de caridad.

En ese momento se terminó la película

y todo volvió a la normalidad.

 

 

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  • Ejemplar #9, mayo de 2005   

     

    A los cincuenta años de su muerte

     

    Einstein, el genio pacifista

    Juan Revelo Revelo*

    “El mundo no está amenazado por las malas personas sino por aquellos que permiten la maldad”.

    Estas palabras que Albert Einstein dijo al abandonar Alemania durante la persecución desatada por el régimen nazi, siguen teniendo vigencia en esta época, cincuenta años después de su muerte ocurrida el 18 de Abril de 1955. En efecto, muchos países del mundo -y Colombia no es la excepción-, siguen amenazados por la indiferencia de la sociedad y por la ineptitud del estado para contrarrestar la acción de las “malas personas” (a las que se refería Einstein), que inducen a la violencia, a la guerra y al caos social. Por eso, el planteamiento del científico que tuvo una de las mentes más brillantes que ha dado el género humano, nos lleva a reflexionar sobre el peligro que tiene cualquier democracia, cuando está amenazada no sólo por este tipo de personas malignas (traficantes de armas, terroristas, narcotraficantes y líderes corruptos y sectarios), sino también por las posiciones de connivencia e ineficacia de los poderes que integran el cuerpo político de una nación, y por la permisividad e indolencia de la sociedad en general.

    Einstein, conocido en todo el mundo como el padre de la famosa Teoría de la Relatividad -que partió en dos la historia científica-, no solo fue un genial investigador sino también un luchador incansable por la paz y por la no violencia. Nacido el 14 de marzo de 1879 en Ulm (Alemania), en el seno de un modesto hogar de clase media, su primera infancia la vivió en Munich y su adolescencia en Zurich, ciudad que en ese tiempo era el centro relojero más importante de Suiza. Extremadamente tímido, tuvo dificultades al comenzar su vida escolar y fue reprobado en algunas asignaturas, pero pronto se volvió un apasionado de las ecuaciones, la geometría y la música, gracias al apoyo que le dieron sus tíos Jacob Einstein y Cesar Koch, quienes lo estimularon en estas disciplinas al darse cuenta que el pequeño sobrino tenía una especial curiosidad en torno a la naturaleza, y una extraordinaria habilidad para entender difíciles conceptos matemáticos.

    BOMBA ATÓMICA Y VISIÓN PACIFISTA.

    Además de su formidable contribución a las matemáticas y a la física, que lo hizo acreedor al premio Nobel en 1921, Einstein aportó un meritorio trabajo pacifista y siempre tuvo una posición muy clara en contra de los gobiernos totalitarios. Su pensamiento sobre el ser humano estaba centrado en un contexto filosófico donde el espíritu domina a la materia. Tenía muy claro el concepto de que la naturaleza y la vida deben ser preservadas por encima de todo, lo cual no se consigue con la intolerancia, las guerras, ni tampoco con el despotismo y las persecuciones. El había sido uno de los pocos académicos que se atrevió a disentir de los métodos violentos utilizados por el nazismo - en ese tiempo un partido incipiente-, postura que lo convirtió en blanco de los ataques por parte de los extremistas, que llegaron a burlarse y a denigrar hasta de su portentosa Teoría de la Relatividad, demostrando con esto que la sabiduría y la ecuanimidad no son cualidades de los fanáticos. Einstein entonces emigró a Estados Unidos donde se vinculó como profesor en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Nueva Jersey, en donde residió y trabajó en sus investigaciones científicas desde 1932 hasta el final de sus días.

    Ahora sabemos por sus biógrafos, que sufrió muchísimo cuando sus investigaciones sobre la energía atómica fueron utilizadas por el gobierno norteamericano con fines bélicos. Por eso, al enterarse que dos bombas construidas por orden del presidente Franklin D. Roosevelt -en un plan supersecreto contra Japón-, habían destruido a Iroshima y Nagasaki, exclamó: "Si hubiera sabido esto, me habría dedicado a la relojería", y años más tarde, contestando una pregunta sobre el uso de armas nucleares en las guerras del futuro, expresó su celebérrima frase, “No sé cómo será la tercera guerra mundial, pero sí se como será la cuarta: con piedras y palos".

    Desde esa terrible catástrofe, ocurrida en 1945, hasta el día de su muerte –diez años después-, a los 76 años de edad, Albert Einstein puso todo su prestigio al servicio del empleo pacífico de la energía atómica y se convirtió en activista del desarme internacional. En los años 50, colaboró con Bertrand Russell en varias actividades para beneficio de la humanidad y lideró la idea de que era necesario que los intelectuales y dirigentes de todas las naciones hicieran cualquier sacrificio para preservar la paz y las libertades políticas, como garantía para la supervivencia de las naciones del mundo.

    MATRIMONIOS, DIOS Y EL SECRETO DEL EXITO.

    Al comenzar la Primera Guerra Mundial, Einstein estaba recién vinculado a la Academia Prusiana de Ciencias en Berlín, donde trabajó por casi veinte años. En ese tiempo sus tareas de investigación eran muy intensas y su matrimonio con su colega Mileva Maric estaba en crisis. La había conocido a la edad de 18 años en Zurich donde se graduó como profesor en la especialidad de Física y Matemáticas y donde posteriormente se doctoró con una asombrosa tesis sobre la estructura de las moléculas, que marcó el comienzo del fin para las viejas teorías acerca del universo.

    En 1919 se volvió a casar; esta vez con su prima Elsa Loewenthal, quien fue la persona que más lo estimuló y apoyó para que pudiera continuar sus trabajos de investigación. Muy receptiva a la notable sensibilidad e inteligencia de Einstein, Elsa construyó alrededor del científico un ambiente lleno de amor y tranquilidad, que le permitiera concentrarse en sus importantes trabajos, y se ocupó hasta de limitar al máximo el número de visitantes de todo el mundo que aspiraban hablar con él. Ya en este tiempo la apariencia física del genio, con su bigote y cabellos canosos y despeinados y su mirada inteligente y curiosa, reflejaban la complejidad de un hombre que combinaba extraordinariamente: un cerebro excepcional, un enorme pragmatismo y una intelectualizada creencia en Dios, basada en la observación de los sorprendentes enigmas del universo y en la perfección de las leyes que los rigen.

    Con su prodigiosa maestría para simplificar los conceptos, Einstein resumió en su vejez dos pensamientos fundamentales que nos llevan a una reflexión final: Primero, que la perdurabilidad de la vida sobre el planeta depende del respeto y la tolerancia entre congéneres, y de la eliminación de la injusticia, la violencia y las guerras. Y segundo, que el secreto del éxito en la investigación científica y en los trabajos intelectuales, radica en hacerlos con una cuidadosa observación de los inexplorados misterios de la naturaleza y con una gran capacidad para plantearse preguntas y respuestas. “La imaginación es más importante que el conocimiento –dijo-. Si perdemos el sentido del misterio, la vida no es más que una vela apagada”.

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    (*) DATOS DEL AUTOR:

    Juan Revelo Revelo. Escritor colombiano, trabajó como Asesor de la UNESCO en París, Buenos Aires y México, país en donde fue alumno de Juan Rulfo y Octavio Paz. Es autor de varias obras de ensayo, poesía y narrativa, entre las que se destacan: “Los Ojos del Recuerdo”, "Pequeña Desnudez", “Nuevas Voces de fin de Siglo”, “La Gitana Iselda” y “El Baúl”, novela próxima a publicarse. Ganó el Premio de Cuento de “El Espectador” (2002), Primer lugar en el Premio Nacional de Cuento Ciudad de Barrancabermeja (2000), Finalista en el Concurso Internacional de Poesía “Xavier Villaurrutia” (1979). Actualmente dicta talleres de literatura en universidades de México y Colombia y colabora con varios periódicos y revistas de ambos países.