La "democracia" gringa en plena acción...


Poema 10

MIERDA histórica

La historia

está llena de MIERDA.

Colón no descubrió a América

los gringos nunca

llegaron a la luna

Papá Noel

no es el que trae los regalos

la democracia no se la inventaron los gringos

y nunca la han practicado

el capitalismo es la esclavitud

con otro nombre

si Dios existe

nadie lo ha encontrado

los verdaderos salvajes

fueron los que masacraron

a los que llamaron salvajes

el que escribe la historia

se la inventa

la única verdad histórica

es que la historia

está llena de MIERDA.

 

 

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  • Ejemplar #8, marzo/abril de 2005   

     

    Mil Palabras

     

                     EL DETERIORO EN LA CALIDAD DEL EMPLEO

     

       Néstor-Hernando Parra

    El neoliberalismo –apertura, globalización, reducción en el tamaño del Estado, recorte en el gasto público, privatización, eficiencia, productividad- que hoy impera, en mayor o menor grado, en todos los países latinoamericanos y aún en los países desarrollados de Europa en los que alcanzó a cimentarse el Estado de Bienestar, ha implicado la adopción de políticas cuyo impacto social ha significado un franco deterioro en la calidad de vida, comenzando por el empleo. A esta situación ha contribuido el desarrollo científico y tecnológico que tiene su principal aliciente en la sustitución del trabajo humano por la máquina. La productividad, se afirma, depende ahora más de los equipos utilizados en los procesos productivos que de los trabajadores.

    El primer efecto, en constante crecimiento y aceleración, es el desempleo. Hace más de tres decenios, el sociólogo y economista británico Robert Theobald en un escrito profético, publicado por el Centro para la Información Económica y Social para las Naciones Unidas (The Challenge of Decade. Global Development or Global Breakdown. UN. E 70.1.2.6 New York) pronosticó para 1980 violentas manifestaciones de desempleados en todo el mundo, inclusive en los países donde no fue imaginable la explosión política causada por la falta de trabajo; el problema más grave se concentra en los países pobres donde el 50% o más de los habitantes de las grandes ciudades no tiene ocupación remunerada. Además, preveía el aumento de las tasas de criminalidad específicamente en los delitos de violencia, y problemas comerciales críticos en la mayoría de los países en desarrollo. Han pasado veinticinco años del año que  visualizaba Theobald,  y la situación que hoy confronta la sociedad reconfirma su predicción, sin que se avizoren soluciones o acciones correctivas, sino  agravamiento de ese degradante problema humano.   

    Mas, el tema de hoy tiene que ver con los que por fortuna tienen empleo, en el empeño de analizar las condiciones en que éste se da y la calidad del mismo. Una de las políticas en busca de procurar mayores posibilidades de ocupación de mano de obra, aplicada por doquier, ha sido la de la flexibilidad en el empleo que, a más de no cumplir con el propósito deseado, se ha traducido en lo que en España denuncian las Centrales Obreras -Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores-: el empleo precario. Son sus principales características: temporalidad (el número de contratos temporales triplican el de contratos a término indefinido) la explotación laboral de inmigrantes, principalmente en los sectores agrícola y de la construcción, a quienes no se les pagan los salarios previstos en las convenciones colectivas de trabajo, y sin vinculación alguna con la Seguridad Social, por lo cual su desprotección es total. Ahora, con motivo de la regularización,  tales “empleadores” son los que tienen que presentar la correspondiente solicitud, excepto cuando se trata de las “asistentas”, empleadas del servicio doméstico, que sí lo pueden hacer directamente. Pues, se ha descubierto que las mafias que explotan a los inmigrantes han encontrado un nuevo filón para su depravado negocio, cual es cobrar de tres mil euros en adelante para “conseguir el empleador” que ha de ofrecerle contratación y, por tanto, la posibilidad de su permanencia legal.

    Pero, si por allá llueve por aquí no escampa. Hoy es práctica común en la mayoría de los países de América Latina, sin exceptuar a Colombia, que la contratación laboral pública y privada se caracteriza por su precariedad. Las administraciones públicas no reemplazan a los jubilados ni a los que renuncian. Sus funciones tienen que ser redistribuidas entre los “supérstites”, (todo en procura de reducir el gasto y el déficit público, según la imposición del Fondo Monetario Internacional), los contratos de servicios profesionales son a términos cortos que no les garantizan continuidad a los “contratistas”, otrora empleados o trabajadores públicos. (Así se registra, por ejemplo, en el campo de la Seguridad Social donde médicos, enfermeras y personal paramédico, van de tres en tres meses, sin exceder de un año, mendigando una oportunidad de trabajo y teniendo que recurrir a subterfugios contractuales, generalmente la contratación con una persona y la prestación del servicio por otra. En el sector privado, la situación es más dramática, pues se recurre al “outsourcing” (eufemismo de trabajo independiente, alinderado con la de pequeño “empresario”) para regresar al taylorismo de la primera revolución industrial, de pago por unidad producida, y, lo más importante, descargarse de toda obligación de pago de prestaciones sociales (cesantía, vacaciones, salud, pensiones, accidentes de trabajo, etc.) cuyo cubrimiento corresponde ahora hacerlo en su totalidad al “nuevo empresario”. De esta manera, también se libera de la respectiva contribución al Estado, lo que contribuye al “ahorro” en el gasto público.

    Los efectos humanos de esta situación se pueden apreciar en varios campos. En el estrictamente psicológico o personal, el empleo precario crea su propia ansiedad basada en la falta de estabilidad, la imposibilidad de proyectar legítimamente su proceso vital en un determinado espacio de tiempo, el temor a pasar a engrosar la multitudinaria masa de desocupados, la necesidad de destinar parte de sus ingresos para cubrir la totalidad de los aportes de la seguridad social, cuando ésa es la exigencia contractual, pues en muchos casos, como ya se comentó, ni siquiera se tiene esa cobertura social.

    En el campo educativo, padres y educadores se preguntan en qué, dónde. para qué y a qué nivel educar o formar a las nuevas generaciones, si lo que se da, tal como la escuela de pensamiento de Harvard, con incondicionales exponentes colombianos, ha venido proclamando desde hace varios lustros: educar para el empleo, para satisfacer la demanda del mercado, pues si éste no existe, lo único que se obtiene es un profesional frustrado que es el elemento humano más peligroso, por su proclividad a la revolución social y al cambio de estructuras.

    Quedan otros flecos del tema social por comentar. Uno muy grave es el de las pensiones  que más adelante habrá que abordar.          

     

    Educar o no educar, “that is the question”.

    Bogotá, febrero 12 de 2005