Boletín y elegía de las mitas

 

“Boletín y elegía de las mitas” es considerada la obra cumbre del escritor ecuatoriano, además de una de las obras más representativas de la literatura de ese país.

 

El poema de César Andrade recrea el proceso de conquista y colonia en América.

Por Alejandro García Gómez

 

El poeta y su entorno

 

Boletín y elegía de las mitas” es el nombre de un poema del ecuatoriano César Dávila Andrade, obra y autor quizá poco conocidos en nuestro país, y composición que en el próximo mes de septiembre cumple 53 años de haber sido escrita.

El poeta Dávila Andrade, lejano descendiente del héroe colombiano de la Independencia, José María Córdova, por línea paterna –su abuela Guadalupe Córdova se enorgullecía de su ancestro –, nació en la ciudad de Cuenca, sur del Ecuador, el 5 de octubre de 1918 y puso fin a su vida –al parecer, en medio de una resaca alcohólica – el 2 de mayo de 1967 en Caracas, donde residía con su mujer Isabel Córdova por cuestiones de trabajo desde 1949.

La familia paterna (Dávila Córdova) tuvo acentuado jacobinismo; los tíos abuelos paternos del poeta habían sido prohombres del radicalismo ecuatoriano y fueron perseguidos, desterrados, muertos en enfrentamiento o hasta desaparecidos a causa de oscuras venganzas.

Pero su padre, Rafael, acogió las ideas conservadoras de sus primos Cordero Dávila por la relación cercana que vivió con ellos. El poeta tenía un espíritu inconforme, más bien anarquista, sin apego a las ideas de su padre pero tampoco del todo a las de sus tíos paternos. Al parecer lo llenaba un eclecticismo jacobino-socialista y espiritualismo hermético (esto último más acentuado al final de su vida).

El poeta venezolano Juan Lizcano, de una relación amistosa muy grande con el poeta ecuatoriano, a quien publicaba en su revista Zona Franca en la parte última de su vida, dice que cuando ya vivía en Venezuela “se acercó a todas las formas de hermetismo, leyó libros de alquimia, de filosofía indostánica, de rosacrucismo, de martinismo, de espiritismo, de magia. Conoció intelectiva y emocionalmente el vasto panorama de las Ciencias Ocultas, de la Parapsicología, del Yoga-Zen que pareció influirle hasta su muerte (...) también leyó a los sufi, a Jung, a los teósofos, a From, a Suzuki...” (1).

La familia de Elisa Andrade, su madre, también tuvo familiares de importancia en la cultura local donde nació y se desarrolló el poeta, como Alberto María Andrade y su hijo, primo del poeta, Alberto Andrade Arízaga (“Brumel”) quien publicó su primer poema “La vida es vapor”, en El Mercurio de Cuenca. De ella desarrolló un amor en cierta forma edípica según dan cuenta algunos estudiosos del poeta como el profesor norteamericano Kessel Schwartz y el ecuatoriano Jaime Montesinos.

Al parecer fue profundamente tímido y lo corroboró más patéticamente con dos hechos muy conocidos en su vida:
Hondamente enamorado de su prima María Luisa Machado, nunca le expresó su amor juvenil. Solo vino a hacerlo conocer una vez muerta ella, prematuramente, de una enfermedad rara e incurable:

“Me cuentas que se ha muerto mi prima María Augusta.

Ahora que estoy lejos, te diré: Yo la amaba.

Mi timidez de entonces me quebró las palabras”. (De “Carta a la madre”, le cambia el nombre real de su prima).

El otro hecho fue el haberse casado con una mujer casi 20 años mayor que él, Elisa Andrade, que cuando se casó por primera vez, en 1919, el poeta era un poetica de menos de un año de edad. Expresión de timidez y quizá profundo Edipo, dirán los psicoanalistas.

Cuenca, su ciudad natal, en su mayoría altamente reaccionaria, lo trató con indiferencia o con desdén siempre y con ella mantuvo una relación de amor-odio. En búsqueda de mejores horizontes, inclusive económicos, migró una primera vez a Quito y de ahí a Guayaquil, lugares donde tuvo un mejor tratamiento, pero no completamente satisfactorio.

 

Luego viajó por segunda vez a Quito, en 1944, donde ya fue reconocido plenamente y apoyado por la recientemente fundada Casa de la Cultura por Benjamín Carrión (segunda presidencia de las cuatro de José María Velasco Ibarra), por algunos medios de comunicación, por el reconocimiento de los nuevos amigos escritores y por afecto popular. Ni así su Cuenca natal lo publicó. Solo lo hacía de sus escritores de los que ahora nadie recuerda. Entonces, en Quito, aumentó su amor por la bohemia.

 

Su muy mayor mujer Isabel Córdova fue un ser contradictorio en su vida. No simpatizaba con ninguno de sus amigos: ni con los duraderos ni menos con los ocasionales de la bohemia. Aseguraba –quizá con razón – que todos se aprovechaban de su marido y en algunas ocasiones pudo evidenciar su juicio: un ocasional amigo de alguna noche de juerga, tomó uno de sus poemas y concursó con él, como si fuera propio, y ganó.

 

Ella trataba de poner orden en la vida alcohólica del poeta y a veces lograba su sobriedad por tiempos relativamente prolongados, y era cuando él tenía su mayor producción literaria.

 

Sobre su muerte se han elaborado una serie de hipótesis –un suicidio (y más si es por auto degüello) siempre generará la controversia hasta el show – de las que la más difundida y aceptada es la de su mujer.

Ella asegura que fue fruto de una crisis depresiva post alcohólica. A esta se le han

“opuesto” algunas como la de que su decisión tuvo una relación con el hermetismo al que fue proclive el poeta desde cuando se le comenzó a conocer, y acentuado al final de su vida.

 

Algunos de sus amigos hablan de sus tendencias suicidas conocidas por ellos desde antes de su fin trágico. Otros han visto en varios de sus textos, sobre todo poéticos, escritos premonitorios de su final. Es posible que dando la primacía a la hipótesis de esposa – depresión post alcohólica– todas las otras sean complementarias.

 

Boletín y elegía de las mitas”

 

Su trabajo literario está formado por los géneros poético, narrativo y ensayístico. Entre su producción poética, se destaca quizá como su máxima obra “Boletín y elegía de las mitas”, de la cual nos ocuparemos, que aparece fechado en septiembre de 1959. Quizá no es muy seguro confiarse de las fechas con que los autores datan sus obras. A veces las escriben para despistar a propósito a algún referencista.

 

Otras son el producto del juego o de la distracción o las anotan por alguna conveniencia. Para los fines de este escrito no es relevante el conocer si la fecha con que aparece “Boletín...” corresponde o no a la realidad.

 

“Boletín y elegía de las mitas” aparece un poco después del “Canto general” de Neruda y muy seguramente influenciado por ese aire renovador en la literatura latinoamericana que culminó luego con el conocido “Boom”.

 

Podría incluso decirse que “Boletín...” es otro “Canto general” –hay quienes opinan que a la manera de “Alturas de Macchu Pichu”–, una cuenta de cobro a la Colonia o un monumento épico-lírico al indígena ecuatoriano, como lo han visto algunos críticos, aunque es innegable que el sustrato telúrico en el que se fundamenta el poema sea la patria del autor, pues conocido es que Dávila Andrade estudió la obra alrededor de la investigación de Aquiles Pérez “Las mitas en la Real Audiencia de Quito” durante el tiempo que vivió en la capital ecuatoriana.

 

Rodrigo Pesantes Rodas –poeta y crítico ecuatoriano– afirma que “Boletín y Elegía de las Mitas” es un poema de fundición, donde la historia se torna epopeya, y el lirismo se vuelve monólogo y coro a la vez”.

En 286 versos, distribuidos en más de treinta estrofas, “Boletín...”se va convirtiendo, poco a poco, en un memorial de agravios conmovedor o en una cuenta de cobro, como se dijo, donde unas veces el yo individual y otras el colectivo indígena van pronunciando al invasor, con la ira del agraviado pero con la calma de un juez lleno de pruebas irrefutables.

La investigación original de “Las mitas en la Real Audiencia de Quito” de Aquiles Pérez, tiene más de quinientas páginas de narración y documentos. De ella, Dávila Andrade toma algunas personas para sus 286 versos y las convierte en personajes literarios de su poema, algunas veces con idéntico nombre, otras ligeramente cambiado. La rica toponimia indígena también es tomada del texto de Pérez.

Aproximación a sus hallazgos poéticos en “Boletín...”

En la composición literaria del texto se observa que aquellas estrofas que hablan del grupo o de los grupos humanos corresponden a la épica, reservándose el lirismo para aquellas en las que denuncia su propia desgracia – en monólogos en los que un supuesto narrador aparentemente habla de sí mismo o de un tercero –, desgracia proferida por parte del encomendero o amo Viracocha. Hay otras en las que se combinan las dos formas literarias.

En el manejo del lenguaje hay hallazgos poéticos de gran valor. Por una parte, logra dar la idea del mestizaje impuesto al utilizar la estructura gramatical castiza hibridada con la del kichua (o quichua) ecuatoriano, algo semejante a un palimpsesto; para tal efecto utiliza varias veces la elipsis (figura literaria que permite quitar palabras no esenciales de la oración), ya que esa es la forma de hablar aún de muchos nativos, porque el kichua carece de las partículas gramaticales como los artículos y las preposiciones, ya que sus sustantivos tienen declinaciones, lo cual las hace inútiles. Algo semejante a lo que ocurre en el latín, ruso, griego y otros idiomas antiguos.

Un ejemplo de lo anterior se lee en la estrofa III, cuando dice “A Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo/ en medio patio de hacienda, con cuchillo de abrir chanchos/ cortáronle testes...”, o en la estrofa XVIII: “y cuando en hato, allá en alturas/ moría ya de buitres o de pura vida...”. Por otra parte, con este hallazgo literario traído del kichua, el poeta reduce la frase a su expresividad más concentrada y logra un efecto de mayor fuerza en la denuncia o en la figura poética al igual de lo que ocurre con el uso de arcaísmos como texer, carmenar, comistes, etc.

A veces cita palabras kichuas entre palabras castellanas, aunque es innegable que este manejo del lenguaje trae dificultades para el lector común en nuestro país, y en los que no están acostumbrados a los rescoldos de este idioma en el habla coloquial, como sí los tiene el departamento de Nariño.

Por ejemplo, al final de la estrofa XXII dice, “Adiós. Pachacámac, adiós. Rinimi. No te olvido!”. Rinimi significa la idea de despedida en kichua, lo que en castellano equivale a adiós (no se habla de traducción porque evidentemente son dos culturas muy diferentes). Otras veces el poeta compone palabras transformadas en el mismo kichua, que ni siquiera son palabras sino figuras poéticas, como es el caso de la V estrofa, que comienza diciendo: “Sin paga, sin maíz, sin runa-mora / ya sin hambre de puro no comer / sólo calavera, llorando granizo viejo por mejillas...”. Aunque esto es más difícil de explicar, se intentará hacerlo:

El alfabeto o abecedario kichua ecuatoriano consta de 16 letras, según algunos autores (Glauco Torres Fernández, Diccionario Kichua-Castellano, Tomo I), de las cuales solo tres corresponden a vocales, sonido propio, a, i, u, y el resto son sonidos consonantes: ch, h, k, ll, m, n, ñ, p, r, s, sh, t, y.

Como se ve no existen ni la vocal e ni la o, y estos sonidos solo pueden aparecer como alófonos respectivos de la i y de la u (2). En la palabra compuesta runa-mora del verso en mención, observamos la vocal o. Realmente mora no existe como tal en el kichua ecuatoriano sino la palabra muru que significa semilla, grano, pepa, almendra. La palabra mora es una creación del poeta para dar quizá la idea del mestizaje impuesto, pero también para formar una bella imagen, como se verá a continuación: la palabra runa significa persona, gente, hombre; es decir, la palabra runa-mora en el sentido en que está utilizada en ese verso “Sin paga, sin maíz, sin runa-mora”, significaría algo así como “sin sueldo para poder comer fuimos quedando en lo mínimo esencial del hombre que sobrevive”, y perdón a los lectores por tener el atrevimiento de prosar tan prosaicamente esta figura poética.

También toma palabras del kichua que se quedaron definitivamente en el lenguaje popular de su país y de la región Sur del nuestro (principalmente en el habla del departamento de Nariño –como dije – que en mucho las ha conservado, principalmente en los campos y poblaciones menores, y que con el ingreso de los medios de comunicación masiva –la televisión principalmente – tienden a perderse definitivamente por muchas causas, una de ella la subvaloración que la propia población criolla le da, al avergonzarse hablar en esos términos); tal es el caso del cuarto verso de la misma V estrofa de la que se habló inmediatamente antes: “llegué trayendo frutos de la yunga”, donde yunga, que proviene de la palabra kichua yunka (porque el quichua tampoco tiene la consonante o sonido equivalente a la g, tomada del castellano), hace parte del lenguaje popular, ante todo campesino, con el significado de tierra cálida, valle cálido.

En la estrofa VI, en el quinto verso, la madre indígena, ante la posibilidad de tener otro hijo “esclavo”, le pide al padre, su esposo: “Ella, dulce ya de tanto aborto, dijo: / Quiebra maqui de guagua; no quiero que sirva / que sirva de mitayo a Viracochas. / Quebré.”, la palabra maki equivale a mano. En estos versos, de la misma manera puede ser auxilio, socorro (algo semejante a cuando decimos “déme una mano”) o también puede significar puñado, profesión, hastío. Por el sentido que tiene ese verso en el transcurso general del poema, todas esas connotaciones están dadas en él combinadas y entremezcladas, reforzando la figura poética, donde aparentemente solo hay un ruego de la esposa y madre al esposo y padre del bebé, que es el sentido de la palabra guagua (o huahua o uaua) que también quiere decir cachorro, criatura, o a su vez es el sufijo que se emplea para formar el diminutivo en kuichua, recordemos el volcán Pichincha Guagua sobre la ciudad de Quito), guagua es una palabra aún utilizada en el sur de Colombia, Ecuador Perú y hasta el norte de Chile con los mismos significados.

En la VIII estrofa, cuarto verso, dice: “...A runa-llama tam, que en tres meses / comistes dos mil corazones de ellas. / A mujer que tam comistes / cerca de oreja de marido y de hijo, / noche a noche”, hay un juego de palabras –o mejor un juego de significados – que forman otra figura poética pero también otra denuncia: Ya se explicó antes que el significado de la palabra runa es persona, gente (en este caso no podría ser hombre); llama tiene una significación ambivalente aquí. Por una parte es el animal doméstico mamífero rumiante de la familia de los camélidos, bastante conocido, del que se aprovechan su lana, cuero, leche y carne, además de que es utilizado como animal de carga; pero el otro significado, derivado de un accidente declinativo (al igual que en el Latín, Ruso o Griego, en el kichua también hay declinaciones para el sustantivo, como se dijo) de llami que es probadura, tocamiento. Al combinar los significados carne, probadura y tocamiento, la connotación de esos versos, en el sentido de aprovechamiento o explotación sexual femenina por parte del encomendero (amo Viracocha) es más que manifiesta.

En la misma estrofa XXIII de la que se habló antes, en el penúltimo verso, dice: “Guangara de don Nuño Valderrama”. Pues bien, esa palabra no existe en castellano, pero en kichua existe huankari con el significado de tambor pequeño. Como el poeta está hablando de los mineros esclavizados, está denunciando que en las minas de don Nuño Valderrama –en la vida real se llamó Muño de Valderrama, acaparador de tierras y encomendero como los otros, y que el poeta lo vuelve Nuño posiblemente para aliterar con rinimi – el método de trabajo de los mineros esclavos era a golpe de tambor, pero con tambor inca; “al ritmo de su propia música” podría decirse también, con menos poesía.

Sería interesante que se hiciera un estudio de la enumeración onomástica indígena y su relación antroponímica, casi toda real y que descansa como se dijo en la obra de Aquiles Pérez, ya mencionada. Lo mismo podría decirse de la toponimia, igualmente real. Tanto en la antroponimia como en la toponimia, en muy raras ocasiones, el poeta varió una u otra consonante o vocal, en búsqueda de un efecto poético.

Este breve trabajo no quiere ser sino una invitación para deleitarse y reflexionar con “Boletín y Elegía de las Mitas”, ahora cuando, posiblemente, está cumpliendo cincuenta y tres años.

Notas

(1).- Citado por Jorge Dávila Vásquez.
(2).- A diferencia del Quichua ecuatoriano, el del sur del imperio incaico (Hoy Perú y el Sur del flanco andino) contaba con las tres vocales a, e, o, pero sin la i ni la u. Por eso es equivocado hablar de Quechua (aunque ya se popularizó). Se debe hablar de Quichua o Kichua (el del norte del imperio, más ecuatoriano) o de Quechoa o Kechoa (desde el actual Perú hacia el sur) -o Yurakshimi como sería su nombre en esa lengua, según Torres Fernández de Córdova-.

Bibliografía

DAVILA ANDRADE, César. Poesía, Narrativa, Ensayo. (Selección, prólogo y cronología de Jorge Dávila Vásquez). Biblioteca Ayacucho. Caracas. 1993.TORRES FERNANDEZ DE CORDOVA, Glauco. Diccionario kichua-Castellano. Tomo 1. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Núcleo del Azuay. Cuenca (Ecuador). 1982.