Bibliotecas públicas rurales en Colombia: Un fiasco

 

Gustavo Enrique Ortiz Clavijo

 

¿Cómo existen las bibliotecas públicas rurales en Colombia? Es muy diferente su realidad a lo que establecen las políticas culturales para las mismas. Éstas reflexiones se estructuran de la experiencia en estos espacios dentro del departamento de Boyacá.

 

En la frontera con el Llano, con el departamento del Casanare, comenzó todo en 2014. Como un Arturo Cova – me adentré a buscar el amor que me arrebató la Violencia. Hallé la primera funcionaria cuyas funciones eran abrir y cerrar la biblioteca y sentarse en un sillón a quemar las horas y cuidar su bebé. En muchas zonas rurales encontré el mismo tipo de persona, que desconocen el sentido de sus funciones públicas ya que creen que con una OPS se libran de ser serios y responsables con el trabajo de manejar una biblioteca.

En cortas palabras, la mayoría de bibliotecarios o bibliotecarias tengan o no talento, son puestos políticos.

Si no saben el sentido de un libro físico, mucho menos el de mantener un orden y una dinámica de circulación lectora. Mediante una queja inicié esta lucha contra molinos de vientos y el Ministerio de Cultura mandó un especialista para implementar bien la clasificación Dewey y desempolvar el espacio físico. Se empezaron a ver asombros lectores dentro de los jóvenes.

Buscamos crear compromisos institucionales que no fueron cumplidos, quizá por el hecho de que las personas designadas para las bibliotecas públicas rurales cumplen diversos oficios para la Alcaldía y no son estrictos con un horario, por tanto.

Denunciar un primer traspiés en Las 2 Orillas, me valió la persecución de un alcalde quien una reunión académica de mi institución educativa – yo era docente oficial, hoy pensionado por invalidez – me mandó una razoncita intimidante, cosa que fue vista como normal por mis próximos.

Intentamos hacer un taller que naufragó por la invisible compañía de las autoridades. En una Feria del Libro de Bogotá dialogando con el director de la Red de Bibliotecas para el departamento de Boyacá fue claro que debe haber una intensidad horaria a cumplir y una obligatoria formación como bibliotecólogo. (Esta entrada puede escucharla en el blog Estación Poetas)

Hacer procesos es imposible en las bibliotecas públicas rurales a lo sumo actos eventuales, considerables como actos de consumo social y no cultural, para llenar el formato de actividades culturales de la región. Analicemos, cuando mandan órdenes desde el Ministerio de Cultura o el Ministerio de Educación o hay visitas de delegados de la red de bibliotecas, a lo sumo –con suerte- se copan diez días del año. Los demás del calendario, son abrir y cerrar puertas de una biblioteca pública rural.

 

Así, como viven, las bibliotecas públicas rurales son una mina quiebrapatas contra esta temporada de paz en Colombia. Son Salas de Internet con libros físicos empolvados. He imagino que no le gustará a las Ministras Garcés o Parody o al tonto Gobierno de Japón que invierte en espacios desechables y desaprovechados.

¿Qué hacer?

Tanto las bibliotecas públicas rurales como las bibliotecas escolares rurales están sin inventariar – yo fracasé dos veces en el departamento con las respectivas escolares por presiones administrativas indebidas e incluso le ofrecí la idea al sindicato docente.

Ojalá la SEDBOYACA parara atención a inventariar y ofrecer a cada estudiante lo poco o mucho con que se cuenta, no todo lo resuelve el Internet.

 

Las bibliotecas más allá de la clasificación Dewey necesitan estar catalogadas y a la mano del público, ofrecer vía tecnológica o en papel un inventario actual al lector potencial colombiano rural.

 

No es suficiente con la mala orientación de quienes son bibliotecarios – mire allí (y orientan con la mano).

 

Hacer cumplir las leyes para los responsables de estos espacios, en cumplimiento de horarios, creación de procesos lectores y formarse como bibliotecólogos.

 

Quitarles los oficios varios a los mismos.

 

Y hacer un uso real de las tecnologías – crear cursos para enseñar a navegar en la cybercultura.

 

La publicidad numérica, las publicidades de la biblioteca nacional – como regente en el país – y los acuerdos departamentales son una cáscara sin fruto por el momento si no se crean acompañantes permanentes de los procesos lectores en regiones.