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                POLÍTICA COLOMBIANA

         

                 REFUNDACIÓN DE LA PATRIA

         

Ante las evidencias, quedan tan pocas dudas sobre la catadura criminal de tantos agentes del Estado -incluyendo los soldados que asesinan por permisos y los adscritos al DAS aficionados a chuzar a todo el que les de la gana, “burlándose” de su soberano jefe, el gurú Uribe-, que los casos aislados y difíciles de hallar, por lo escasos, son los de los funcionarios honestos, pues la corrupción es general, sobre todo desde que Álvaro Uribe asumió la presidencia, aunque nunca ha sido extraña al Establecimiento.

Lo curioso es que el mandatario ubicuo, que nos había convencido de que en su Gobierno no se movía una hoja sin su autorización y todo lo tenía bajo control; siempre que surgen esos escándalos de envergadura niega su responsabilidad, y pone a pagar a los chivos expiatorios cuyo sacrificio considere suficiente para calmar a la opinión pública y echarle tierra al asunto.

Debido a la primitiva conciencia política de Uribe, quien se siente un “patriarca”, en el s. XVI podemos hallar la explicación de su vil y cobarde elusión de las responsabilidades en los asuntos que dependen directamente de él y son de su exclusiva responsabilidad, como la dirección del DAS y de las Fuerzas Armadas, y la protección del ahorro público, entre otras.

En ese entonces, la noción de “Estado” apenas estaba en formación, y “era una costumbre bastante normal culpar a los malos consejeros del rey, más que al mismo rey, de las decisiones y de la política impopular”, como recuerda J. H. Elliot en su libro “Europa en la época de Felipe II” (Ed. Crítica, 2001, p. 132)

En política siguen guiándose por “El Príncipe” de Maquiavelo. No han evolucionado. No comprenden el presente y, mucho menos, son capaces de “gobernarlo”.

Por eso José Obdulio Gaviria estaba seguro de que jamás un negro llegaría a la presidencia de USA, y le hizo meter las patas a su jefe, hasta dejarlo sin piso, parado en un hueco sin fondo, en el escenario internacional, al menos.

La diferencia con las monarquías en transición hacia la república democrática, es que en la república mafiosa u oclocrática , los consejeros de primera línea son tan impunes como el mandatario.

Casi nunca designan un culpable, a pesar de la contundencia de los crímenes; cuando no es que, para garantizar la intocabilidad o inviolabilidad de los funcionarios del régimen, sólo inculpan a uno de los dos indispensables para que un delito como el cohecho se cometa, según aprendió la amoral Yidis.

Y si cae alguno del “curubito”, se acude a toda clase de triquiñuelas para que no pague sus crímenes.

Por ejemplo, en plena crisis por los escándalos en el DAS, quien inició en el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez como su primer jefe de seguridad, Jorge Noguera, acusado de suministrarle toda clase de información a paramilitares y narcotraficantes, ahora ha incoado una acción de tutela para recuperar su libertad.

Sabe que tiene derecho a la impunidad por ser “criminal de cuello blanco”, como su defensor de oficio y corazón, Fernando Londoño Hoyos, el gran burlador de la justicia y estafador de Invercolsa, lo cual tenemos que repetir para evitar que tales crímenes y sus autores caigan en el olvido, perdidos en la amnesia colectiva.

Por eso, las personas honestas que aún quedan en la patria, tienen la obligación de denunciar la macabra alianza entre los políticos tradicionales, el Opus Dei, los paramilitares y los narcotraficantes, arrastrada ante el imperio, desde luego, aunque Obama les prestará oídos sordos y, más bien, debe sentirse tentado a castigarlos, si no fuese porque los desprecia y tiene deberes superiores y urgentes.

¡La cosa no es como con Bush condecorando a su socio incondicional del patio trasero!

Pero, como siempre, las clases dominantes consideran vital para sus intereses estratégicos contar con su apoyo, aunque sepan que no es más que una ilusión porque “USA no tiene amigos sino intereses”.

Es lo que les enrostró, entre otros verdaderos patriotas, Jorge Eliécer Gaitán, el “hombre pueblo”, antes de que lo mataran y se agudizara el conflicto que aún nos aqueja y nuestra generación tiene la obligación de resolver de forma definitiva pero no letal.

Dicho conflicto había comenzado desde que Mariano Ospina Pérez asumió la presidencia en 1946 e inició una persecución despiadada contra los liberales, lo cual obligó al jefe del partido de éstos a convocar la “Marcha del Silencio” para denunciar y protestar por los crímenes.

Por su parte, la presente alianza macabra se fraguó institucionalmente bajo el gobierno de Andrés Pastrana, por lo menos, como lo dejó claro Ordozgoitia, jefe del lucrativo INCO (Instituto de Concesiones, ¡imagínense!).

Él aseguró que para firmar el “Pacto de Ralito” contó con la autorización de su jefe de ese entonces, el flamante “hijo de papi”. Nada menos que el rencoroso y mal perdedor Andrés Pastrana Arango, quien ya había logrado sacarse el clavo ejerciendo como presidente.

Pero pudo ser antes. Por ejemplo, cuando mataron a Álvaro Gómez Hurtado por haberse negado a encabezar un golpe de estado contra Ernesto Samper Pizano, a quien querían echarle toda el agua sucia por la penetración del narcotráfico en la política.

Todos recordamos el famoso “elefante” concebido por monseñor Rubiano para expresar sus escrúpulos ante el corrupto Gobierno y manifestar la estigmatización de la Santa Iglesia a tan abominables e indecorosas prácticas de financiación política, que adulteran la esencia de una verdadera democracia, sobre todo la de una tan tradicional y respetable como la colombiana, pensaría el obispo aupado por la severidad de sus principios que, por cierto, parecen afectados por una asombrosa e inexplicable amnesia bajo el presente gobierno de Álvaro Uribe Vélez, quizás porque es tan piadoso, buen creyente y practicante.

Por eso, los furibistas, que cuentan con la protección celestial de monseñor Escrivá de Balaguer, no temen ahogarse en el pozo séptico que ha resultado ser el gobierno de la Seguridad Democrática, la Confianza Inversionista y la Compra Semanal de Conciencias para hacerse a su propia clientela electoral.

Este reclutamiento -tan costoso para el erario y violador del mandato descentralista plasmado en la Constitución-, tiene el propósito de evitar que al mandatario providencial le pase lo que a Rojas Pinilla, que fue tan utilizado y mal pagado en su labor de pacificación del país, después de la hoguera en que lo dejaron los presidentes conservadores tras asesinar a Gaitán y decretar el exterminio de los liberales.

Esa clientela propia, sin embargo, una bien orquestada campaña de los medios se la puede arrebatar, una vez le den la espalda a las carnitas y los huesitos de Salgar socios tan traidores y ambiciosos como Juan Manuel Santos. Además, el clientelismo tradicional liberal-conservador sigue existiendo.

Es irónico pensar que ahora, ante el aguerrido presidente con ínfulas de eternidad y explosivas ganas de presidencia vitalicia, Ernesto se yergue como una potencia moral y una alternativa menos sucia y peligrosa que la que representa César Gaviria Trujillo.

Después de Álvaro Uribe Vélez, quien, como senador, fue su socio en el Congreso para impulsar la aprobación de las órdenes del Banco Mundial que quedaron plasmadas en leyes tan regresivas como la 100 de 1993, que privatizó la salud y decretó la muerte del Seguro Social; Gaviria es el más señalado promotor del neoliberalismo en nuestra patria, sobre todo porque impuso una apertura incondicional del mercado interno que golpeó de muerte muchas empresas nacionales, lo cual su ministro de Desarrollo de ese entonces, ese mismo Ernesto, no dejó de criticar, mostrando su buen juicio.

Y, en verdad -al menos desde el Frente Nacional y con la excepción de Carlos Lleras Restrepo aterrado con la revolución cubana-, Ernesto Samper es el único presidente que ha tenido una disposición verosímil para atender “con seriedad” los desequilibrios y la iniquidad sociales que alimentan permanentemente el conflicto, según lo dejó claro Alan Jara, al informar sobre la incorporación voluntaria y constante a la guerrilla de jóvenes sin futuro, abandonados por el Estado desde siempre, como todos sus ancestros.

El testimonio objetivo del ex gobernador sobre lo que había visto y palpado en la selva durante su largo camino en busca de la libertad le ganó la animadversión de los furibistas porque contradice las versiones oficiales que pretenden negar la realidad, según los deseos subjetivos del mandatario y sus seguidores.

La única información que complace al Gobierno es la que deforma y maquilla a su conveniencia para que no se le caiga el teflón al presidente, aunque ya le queda poco.

La que da cuenta de la verdad, de los hechos, de la realidad sin sesgos ni parcialidades; la que le permite a los ciudadanos formarse opiniones correctas, la detesta, y a quienes la difunden los estigmatiza calificándolos de terroristas y guerrilleros, inclusive otorgándoles el rango de jefes subversivos.

Por eso le duele tanto que la revista Semana, dirigida por un Santos, periódicamente saque a la luz pública, perfectamente documentados, los crímenes de Estado directamente imputables al ejecutivo.

A José Obdulio Gaviria también le parece un crimen que se publique la verdad, y busca descalificar a los valientes periodistas que se atreven a hacerlo.

Pero le parecen muy bien los crímenes que los periodistas logran denunciar tras ingentes esfuerzos por eludir la censura oficial de hecho, y poniendo en alto riesgo sus vidas.

En cambio, los “cacaos” que se sacrifican pagando impuestos dedicados exclusivamente para la guerra (lo cual, como casi todo lo que hace Uribe, prohíbe la Constitución cuando habla de “rentas de destinación específica”, Artículo 359), deben estar decepcionados y resueltos a pedirle cuentas al mandatario maravilla.

Ya le ven poca utilidad, pues advierten su creciente desprestigio, que va para desplome.

Para Luis Carlos Sarmiento Ángulo, no basta con que el presidente le eche flores y cada ocho días esté atacando al paga diario y las prenderías, que son la fuente de financiación de los pobres y, según las tarifas bancarias, sus préstamos salen menos onerosos porque se consiguen sin mayores trámites ni condiciones.

Parece que ni siquiera está conforme con el cierre de los negocios de DMG que regaban los ingresos del narcotráfico entre la población común y corriente; ni con el desmantelamiento de las pirámides que captaban dineros del público, reduciendo las billonarias utilidades de los bancos al quitarles clientes potenciales.

Por eso, no podemos creer que las FARC estén devastadas gracias a la costosa política de recompensas por deserciones, al acoso constante del Ejército y a los bombardeos incesantes, que tan buenos dividendos dejan, al menos para los negociantes de armas.

Es otra falacia fantasiosa del Gobierno plantear que no tienen más remedio que rendirse o resignarse a su extinción por el fuego nutrido y la persecución sin tregua de las fuerzas armadas de la patria, tan bien entrenadas por USA, y tan bien dotadas.
Retomando las peripecias de Samper, hay que recordar que la envidia de Andresito, el hijo de Misael (cuyo gobierno le abrió las puertas de la sociedad al narcotráfico, durante la bonanza marimbera), fue superior a la oportunidad que se les presentaba a las oligarquías liberal-conservadoras tradicionales de ofrecerle un alivio al pueblo en sus oprobiosas condiciones de vida.

Se dedicó a desacreditar por todo el mundo el gobierno de Samper, al punto de que Noemí Sanín, tan adicta a las canonjías sin prejuicios ideológicos, se sintió obligada a renunciar a las que le había brindado ese gobierno, temerosa de ensuciar su imagen “impecable”, y convencida de que en la próxima campaña sería la candidata ganadora (como lo piensa ahora nuevamente, aunque no ha querido precipitar su renuncia; ¡es que quiere servirle a la patria hasta el último instante, y la embajada en Londres es muy sabrosa y de buen gusto, da caché!)

No obstante, lo que adujo para su renuncia, en ese entonces, fue que lo hacía para dedicarse a defender a su jefe Ernesto de las calumnias y habladurías que buscaban desacreditar su gobierno… ¡Es que esta Noemí sí es!

Con razón pudo conseguirle la Secretaría de la OEA a Gaviria, entre muchas más proezas que sería prolijo mencionar, aunque no son nada ajenas a la patria refundada.

Basta recordar su papel como la Ministra de Comunicaciones que amenazó con cerrar las emisoras de radio y televisión que se atreviesen a informar sobre el magnicidio oficial en curso, cuando la asada de los altos magistrados planeada entre Miguel Vega Uribe y Pablo Escobar Gaviria, orquestada por los idiotas útiles del M-19, y ejecutada con fruición por los gorilas del régimen, totalmente indiferentes a las súplicas de Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia.

De los guerrilleros, casi todos terminaron achicharrados junto con los expedientes y los magistrados íntegros que estaban investigando las alianzas entre el par de personajes que se “cranearon” la toma del Palacio de Justicia.

Para ello contaron con la complicidad de Belisario Betancur, quien desoyó los pedidos de auxilio y las “órdenes” que el presidente del tercer poder daba para que pararan el fuego que tenía tan feliz y entusiasmado al coronel Plazas Vega y a muchos de sus compañeros.

Estaban “güetes” y extasiados disparando sus cañones y quemando los expedientes sobre las evidencias de la alianza entre Mafia y Estado, dizque para “¡Salvar la democracia, carajo!”.

Cuando alguien se atrevió a preguntarle por la brutalidad desmedida que estaba comandando, esa fue la respuesta de Plazas Vega, el más infamado de los criminales que participaron en ese magnicidio deliberado, que la humanidad jamás olvidará y no dejará de cobrarles.

Mientras tanto, Belisario no hizo nada para detener el holocausto, hasta que no quedasen más que cenizas. Cuando lo lograron, entonces sí se dirigió al país a través de las ondas hertzianas, asumiendo toda la responsabilidad por el horror causado con el criminal e inaudito asalto al Templo de la Justicia y el asesinato de sus oficiantes de mayor jerarquía.

¡Como el general Miguel Vega, parece que va a morir impune, pues es una vaca sagrada en Colombia!

Pero, volviendo al elefante, lo peor fue que Samper -que no es ningún aparecido entre las clases dominantes criollas, ni sus ancestros militaron en el ala reaccionaria del conservatismo; más bien se destacaron como liberales radicales-, lanzó su famoso juramento: “Aquí estoy, y aquí me quedo”, y finalmente se quedó dos horas más de lo debido.

Desde entonces dedicó todo el erario y su capacidad para comprar conciencias, en la prosecución de ese objetivo supremo.

Y no le importó que el gobierno quedase en manos del virrey Frechette, embajador de USA, ni que le quitasen su visa múltiple para viajar sin límites a ese país, como cualquier ciudadano de buena cuna.

Inclusive, platica de esa le llegó al Sector Democrático, como se llamaba la disidencia del guerrismo que fundó Álvaro Uribe Vélez, tan aficionado a ese adjetivo embrujador y aséptico. Posiblemente, algo le sirvió para financiar su campaña a la gobernación de Antioquia, aunque sería ingenuo pensar que para ese propósito careció de abundantes fondos y numerosas fuentes de financiación.

En síntesis, el propósito de convertir nuestra patria en una república mafiosa, es de envergadura y compromete prácticamente a todos los gobiernos desde que Lleras Restrepo resolvió robarle al pueblo su victoria electoral, comprándosela a Rojas Pinilla y cediéndole el derecho a sucederlo en el solio presidencial a Misael Pastrana Borrero.

Tales tropelías se cocinaron la noche del 19 de abril de 1970, según lo registró para la historia el M-19, esa simpática y osada guerrilla urbana que dirigió Jaime Bateman Cayón, tocado con su “afro” y rodeado de unos jóvenes idealistas.

En ese entonces eran alzados en armas, sin ambiciones burocráticas ni bozales a conveniencia de sus maniobras electoreras actuales, tan ajenas a la búsqueda de una auténtica salida del atolladero en que nos metieron el neoliberalismo y las corrompidas clases dominantes. Por lo visto, anhelan reemplazarlas replicando sus vicios.

Con tal posición de la izquierda democrática, horra de propuestas, no sería raro que al fin los de la extrema derecha, auxiliados por su santo patrono Escrivá de Balaguer, lograsen refundar la patria.

¡Cómo es la vida! Entre todos estos esperpentos del Establecimiento, el que más han desacreditado ellos mismos parece ser el único con algo de decencia para presentar su hoja de vida ante el pueblo.

Sin embargo, no se puede olvidar que, además de haber financiado su campaña con dineros “calientes”, fue quien le dio carta blanca al tenebroso par conformado por el Gobernador de Antioquia y su Secretario de Gobierno de ese entonces, para fundar las Convivir. Valga decir, para legalizar a los paramilitares durante la comandancia del “pacificador” de Urabá, el general Rito Alejo del Río.

Para quienes no lo recuerdan, ese Secretario de Gobierno era Pedro Juan Moreno, quien -antes de ser helicopterizado hace tres años junto con su hijo y una líder juvenil del conservatismo a quien Álvaro Villegas Moreno no fue capaz de advertirle del crimen, para no dañarle su conspiración a quienes tuvieron la gentileza de avisarle a tiempo para que salvase su preciosa vida-, mediante su revista La Otra Verdad, terminó convertido en el crítico más cáustico, persistente y prematuro, y el opositor más efectivo de su ex jefe.

Esa obsesiva campaña personal surgió porque Uribe, como presidente, no lo nombró de Ministro, y prefirió al delincuente Fernando Londoño Hoyos, panegirista de los criminales del régimen pero no-tropero ni tan ordinario como el también arrogante Pedro Juan, quien fue capaz de batirse con el recién muerto D’Artagnan y despertarle el tumor que lo mató, según dicen los que andan en esos escenarios.

Ese macabro socio no era ninguna “perita en dulce”. Y le ha hecho más daño al Gobierno de Uribe después de muerto del que estaba resuelto a causarle en vida, pues lo movía un odio implacable y una voluntad superior a la de su eventual jefe.

Repito, hay quienes le achacan a su agresividad las afecciones definitivas en la salud del apreciado Roberto García-Peña que lo llevaron a la tumba.

¿Cómo sería la fierita? Ante el tigre Uribe era uno de esos felinos gigantes y con colmillos de elefante que descubre la paleontología. Por eso no tuvieron más alternativa que matarlo para poder disfrutar en paz, según creyeron, el ejercicio del poder, sin piedras en el zapato ni cuñas del propio palo.

Pero su alma no descansará mientras todo el mundo no sepa exactamente quién es Uribe, el que se esconde tras ese rostro encantador, esa mirada sincera y directa (ya no tanto), y, según las circunstancias, su dulce o severa voz de padre previsor. El que nunca miente y en todo se mete, aunque ahora diga que de nada se entera.

Sus espaldas son muchas veces más amplias que las de Samper. A su sombra tenían la confianza casi absoluta de que la patria “refundada” podría salir a la luz pública con todos los honores, totalmente legitimada y con estatuas para sus grandes héroes, empezando por los encargados de la victoria militar.

Prueba y anticipo de este halagador futuro fue el espectáculo de Mancuso y Báez, apóstoles de la patria rindiendo cuentas de su sacrificio en el sagrado recinto del Congreso, antes de fabricarles los monumentos, mientras saldaban su deuda con la sociedad en una buena “catedral”.

¡Cómo estarán de heridos después de tanto engaño! ¿Será que siguen esperando la refundación de la patria para recuperar su condición de próceres?

Al menos, el jefe mayor sigue disfrutando las mieles del poder, aunque su Ministro de Defensa quiere disputarle el honor de ser quien pase a la historia como el auténtico refundador de la patria.

Va a ser una pelea apasionante. Circo de gran calidad.

El billete para el pan sí se acabó, para desazón del mercader de conciencias, ahora a punto de perder el apoyo de los Santos y todo el combo de la oligarquía tradicional.

Están hartos con el campesino redentor que no ha mostrado más que buche y plumas, meros falsos positivos, peculados por todas partes, carreteras en ruinas, marranos engordados con la bienestarina de los niños pobres, deterioro creciente de la posición internacional, nepotismo y corrupción sin paralelos, mitomanía y odio a la verdad, mesianismo estéril.

También los tiene aburridos su soberbia sublime, que lo hace considerarse el hombre imprescindible que todo lo resuelve a pesar del abandono (o la traición) permanente de sus responsabilidades directas, como lo sienten las madres sin sus hijos porque los asesinó la “Seguridad Democrática” para poder mostrar resultados, o los estafados por los captadores ilegales de dinero del público, que el mandatario debió impedir oportunamente pero que, más bien, estimuló hasta que el cacao Sarmiento Ángulo lo llamó al orden.

Están hartos de un capataz tan hablantinoso, prometedor, derrochador, pendenciero y poco eficaz.

El colofón es una fortuna para la patria, si es que no pelecha tampoco el tratado con la Unión Europea, planteado en términos aún más leoninos que el que USA ya no aprobará y al que tanto esfuerzo y dinero le dedicó.

El que tantas expectativas despertó en los empresarios que, sin consideraciones semi abstractas o cuasi intangibles de soberanía, enceguecidos por la codicia, fundaron sus ansias de enriquecimiento en esa gran promesa de Uribe, el TLC con USA, que tampoco pudo cumplir.

Así como tampoco pudo exterminar a las FARC, que sigue siendo la única bandera que le queda para aspirar a un tercer mandato, ya imposible, aunque –si lo dicho y todo lo callado no cuentan- no sea sino porque la Corte Penal Internacional debe tenerlo entre ojos.
Sin duda, se le acabó su tiempo. La maldición de Bush lo ha tocado. Si el pueblo no reacciona instaurando una democracia auténtica y castigando a los criminales, Uribe será el Moisés que verá a Juan Manuel Santos conducir al pueblo a la Tierra Prometida de la Patria Refundada.

Samper, que no es nada bruto, lo ha entendido y está atacando a quien ve como su verdadero obstáculo para repetir presidencia, aprovechando la gabela que impuso Uribe reformando la constitución a punta de chanchullos para conseguir su primera reelección. ¡Nadie sabe para quien trabaja!