LOS GOBIERNOS
Y LA EXCLUSIÓN DE LOS INTELECTUALES
Álvaro Velásquez Turbay
Durante varios Gobiernos ha sido una política constante, perpetuada en la República de Colombia, el enraizamiento eterno de excluir de tajo a los intelectuales de los órganos competentes en los diferentes cargos de dirección y orientación de la cultura, en sus diversas manifestaciones del orden nacional . Esta posición frente a los hechos , no la manifiesto como un criterio personal individualizado, sino antes por el contrario es recogida en las opiniones permanentes que expresan los escritores en todas las profesiones en que desarrollan sus actividades, en la cual el malestar e inconformidad son cada día más patentes .
En toda la pléyade de ilustres pensadores que pueden desempeñar con lujo de detalles cualquier alta investidura en un cargo de relevancia en los cargos de altos dignatarios del Gobiernos, se encuentran destacados colombianos, que han traspasado fronteras en la penetración de sus obras, y que seguramente miran con nostalgia y tristeza cómo ni siquiera se les llama como consejeros y baluartes para trazar las directrices de una verdadera cimentación de nuestros valores culturales, y principalmente el incremento de la cultura en las poblaciones más apartadas de nuestro territorio nacional .
Aquí a la cultura, como lo manifiestan ilustres pensadores, siempre se le ha dado en forma sistemática un trato de montonera, sin derecho a concertar con nuestros compatriotas a las personas que de verdad merecen ocupar los cargos públicos por mérito y trayectoria intelectual, y ha sido una constante mantener a los intelectuales como perros enjaulados, quizás temerosos de perder sus chanfainas los filibusteros con apetitos burocráticos voraces, que extienden sus fauces para acomodar a sus áulicos y desviar los objetivos esenciales de la educación, despilfarrando los recursos económicos con equivocadas políticas como ha sido la constante .
Se hacen nombramientos en Colombia, por cuotas de participación de acuerdo a las estadísticas del resultado electoral, escogiendo, para dirigir la cultura y algunas otra entidades afines, a personas sin la menor capacidad y de acuerdo al grado de amistad con el gobernante de turno y el partido al que dice pertenecer el aspirante. Y no se preocupen los que se sientan aludidos por mis palabra. No aspiro a ningún cargo, prefiero andar por las orillas como siempre ha sido mi invariable sendero predilecto, mirando los toros desde la barrera, pero si propugnaré hasta morir para que en los cargos estén quiénes por sus reales méritos deben ocuparlos.
El nuevo presidente de los colombianos, el doctor Juan Manuel Santos, es hijo ilustre de la cultura, en razón a que se formó desde su niño, dentro de los cánones de ella, particularmente en el periodismo, al que tanto culto le han rendid nuestros compatriota, por la por la actitud firme de nuestros colegas de no pasar de “agache” ante hechos repetitivos de corrupción que afloran en las distintas administraciones públicas. Si no hubiera sido por la cultura que desarrollan los medios de comunicación, esos delincuentes de cuello blanco hubiesen quedado en la impunidad .
Desde este momento, no debemos descansar los intelectuales de nuestra Nación, para que se le otorgue a los trabajadores de la inteligencia una participación significativa en las altas dignidades del Estado, a las que deben ser llevados hombres y mujeres con el conocimiento suficiente para resolver los grandes problemas del país.
Como en este país singular todo funciona al revés, se nombra a un mecánico para dirigir la cultura, a un abogado para regentar el ministerio de la salud, a un médico para trazar carretera. Ello es como si, por ejemplo, pusiéramos a manejar un avión a quien toda la vida se dedicó a hacer empanadas y pasteles. Zapatero a tus zapatos.
A los intelectuales (escritores, periodistas, historiadores, artistas de la plástica, compositores) les extiendo la invitación a dirigir la lucha por la recuperación de los valores humanos en Colombia.
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