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                       OPINIÓN

         

              ¡ENTRE MENOS DIOS MEJOR

            Y LA HUMILDAD DE GARABATO

                  

Dos artículos de Octavio Quintero



El 18 de febrero de 2001, el Nobel José Saramago escribió un lúcido ensayo sobre lo que llamó el “factor Dios”, para describir lo que en mi libro inédito “Después de…”, considero como algo normal dentro de la violenta anormalidad que ha vivido el mundo desde Caín y Abel hasta los Talibanes y las Torres Gemelas.
Lo que pasa es que, como digo en ese ensayo, “el exceso del vengador hace olvidar la responsabilidad del agresor”.
Dice Saramago en el “factor Dios” que los muertos se van acumulando “estos de las torres gemelas de Nueva York y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia”.
No hubo entonces mayor reacción sobre ese ensayo de Saramago que vapulea a Dios como nadie antes lo había hecho en el presente de los tiempos, en términos literarios, aunque en términos reales el terrorismo democrático de gobernantes como Uribe lo vuelvan mierda al decir que su eventual tercer mandato depende de Dios, confirmando la tesis del iluminado Nobel cuando agrega que los dioses todos han sido capturados por un ‘factor Dios’, “que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia”.
Saramago ha vuelto ayer 26 de octubre de 2009 con otro nuevo libro llamado “Caín”, en el que trata a Dios como siempre lo ha tratado y debe tratarlo un ateo: meramente una ilusión creada por los hombres a su imagen y semejanza: “cruel, mala persona y vengativo”.
Por alguna razón se ha desatado una reacción mundial contra el escritor al que ahora llaman “Diablo”, algo que resulta ser la contracarátula de Dios, ambos unidos en la imaginación de la gente como la cara y sello de las monedas.
Afortunadamente lo del “diablo Saramago”, apenas es un apodo intrascendente. En cambio lo de los sátrapas que invocan a Dios para afianzarse en sus cargos o justificar sus crímenes, estos si son de una terrible trascendencia del ser hacia la más brutal animalidad.
En ambos temas, Saramago lucha como nunca por arrancar a Dios de la imaginación humana, al punto que llega a pedirle a la gente que si cree en Dios, crea en uno solo y que en su relación con él, “lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle”. Pero que desconfíe del ‘factor Dios’.
Es entonces cuando cobra validez la sentencia que consigno en el ensayo “Después de…”: “Mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”.

La humildad de garabato

“La humildad ante Dios es el único orgullo legítimo del ser humano”, dice Charliie Ventura, un dilecto amigo virtual, en respuesta a mi columna “Mientras menos Dios, mejor”, que resulta ser una abreviación de la frase completa “mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”.

El pensamiento de Charliie hace parte de otras reflexiones bien interesantes que se dieron en torno al mismo tema, provenientes de quienes forman parte también de mi aprecio personal hace ya varios años: Carlos Piñeros, periodista de importante trayectoria en el sector público y privado, Lilia Beatriz Sánchez, presidenta de la Asociación Colombiana de Economistas y Mario Lamo, escritor y periodista. Y junto a ellos, otra amiga virtual de reciente “conquista”, Leda Méndez, activista de izquierda en Costa Rica.

Agradezco a ellos la deferencia dada al tema, y aprovecho para aclarar que el artículo de Saramago que cito a la entrada, fue escrito por el Nobel, el 18 de septiembre de 2001, justo ocho días después del 11S que, entre otras cosas, Mario sostiene que fue un autoataque, y dice que está en mora de poner en orden sus ideas sobre el particular.

Carlos dice que “el tema Dios es complejo”.

Yo tengo una particular definición de “complejo”. Me parece que complejo es todo aquello sobre lo que no queremos hacer mayor esfuerzo mental por entender y lo mandamos al archivo “Complejo”, como mandamos al archivo de “Pendientes”, todo aquello que no podemos borrar de inmediato sin algún remordimiento.

El término complejo tiene una variante: es como la puerta de escape por la que sale el erudito cuando no quiere perder tiempo explicándole a alguien algo que de antemano sabe que no entenderá.

Creo que con Dios usamos indistintamente las dos variantes: (1).- lo tenemos aplazado para ver si después de muertos es verdad que existe y (2), quienes fueran capaces de explicarnos científicamente por qué no existe, no van a perder tiempo con nosotros porque de antemano saben que no entenderíamos, entre otras cosas, porque hay un inmenso aparato religioso de diversas tendencias haciendo una muy eficaz propaganda sobre nosotros para que no entendamos.

Lilia dice que el tema es “de suyo espinoso”, un término que para el caso parece sinónimo de ‘complejo’. Y avanza en algo que parece ser una de las causas del “Factor Dios”: “Los seres humanos tenemos la tendencia de clavarle a Dios todas las culpas de todo aquello que no queremos responsabilizarnos”…

Claro, esa pudo haber sido la génesis de Dios. Es decir, Dios era para los antiguos que lo crearon, algo así como el “Mono de la Pila”, un decir que parece hacer parte también de una leyenda que corre por aquí entre los habitantes de la Sabana cundiboyacense colombiana, que pone fin a lo insoluble de la gente cuando alguien aconseja ir a quejarnos “al Mono de la Pila”. Leyendas de estas ruedan por todo el mundo, y la más conocida universalmente es, quién lo duda, Dios.

La “humildad ante Dios”, de la que habla Charliie, como “único orgullo legítimo del ser humano”, parece tomar como soberbio el título de la columna: “Mientras menos Dios, mejor”. Y no es así. No podemos tener soberbia contra algo en que no creemos. No creer es neutral; no creer es algo así como no amar – no odiar.

Ahora bien, cuando en la frase original digo “mientras menos cantidad de Dios necesitemos, más humanos seremos”, pienso, por el contrario, que resulta crasa soberbia creer en Dios y maltratar tanto a los hombres, muchas veces en nombre de ese dios y en la más de las veces, hacerle creer a los humillados que su suerte son cosas de Dios.

El escritor, Germán Castro Caicedo, condensó magistralmente esto en uno de sus primeros pinos literarios en donde trató lo de un cura misionero en el Amazonas con este título: “Siervo de Dios y amo de los indios”. Todos los dioses de todas las pelambres, son soberbios, y sus siervos también, por el sólo hecho de sentirse representantes divinos, “hechos a su imagen y semejanza”.

Semánticamente, la humildad es humillación a toda hora. Así que, por lo visto en esta tierra, y por lo visto como nos comportamos con y ante los demás, sobre todo con los pobres y los menos afortunados, la humildad de estos soberbios ante Dios, viene a ser un “orgullo legítimo” sino una humildad de garabato.

Pero acepto que el tema es “complejo” y “espinoso”. Por eso me parece un portento Saramago que en un escrito de no más de una cuartilla nos hace ver que una cosa es Dios y otra bien distinta “el factor Dios”. Para él no resultó complejo ni espinoso hacernos ver como “El Rey desnudo”.