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                           LITERATURA

          

                     JUAN MARÍA GUSTAVO LE CLEZIO

                      Y EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA

                  

                   

Perla Hinestrosa Ortiz


Un crítico francés se lamentaba de que el premio Nobel de Literatura no hubiera sido otorgado a Julien Gracq en lugar de Le Clezio. Es verdad que Julien Gracq es el más grande escritor francés de los últimos cincuenta años; es el gigante que termina con palabras luminosas la marcha triunfal que comenzó en el siglo XVII. Pero, Julien Gracq no lo hubiera aceptado y además el nunca salió de Francia. Le Clezio, además de ser un autentico novelista, refleja en todos sus libros el mundo entero. Porque él lo conoce de verdad. Canadá, donde vivieran sus padres antes de su nacimiento, la Isla Mauricio, cuna de su familia materna, las Islas Británicas, África, donde trabajó su padre como médico, América Latina, donde ha vivido muchos años, Europa entera y casi todas las islas del mundo. Sus novelas, ensayos, entrevistas y cuentos son el resultado de ese nomadismo. En “El desierto” una joya de la literatura francesa, las frases están hechas con arenas movedizas: uno avanza paso a paso, temeroso de hundirse, tal es la fuerza del relato. En “El Africano” la imagen de su padre, que curaba los enfermos condenados a morir antes de los veinte años, rodeados de peligros de toda especie y de animales salvajes, no ha abandonado nunca las pupilas del niño que lo acompañaba. “El Proceso” es tal vez el punto de partida de su vocación de escritor. Él lo escribió cuando tenía siete años, lo fue perfeccionando a medida que crecía, hasta que un editor lo acepto para publicarlo. En todas sus novelas hay un personaje exótico, pintoresco, profundamente humano, que sella la autenticidad del relato.
El libro que acaba de publicar “El ritornelo del hambre” corresponde más o menos a los veinte primeros años de la vida de su madre, una heroína sin quererlo. Perteneciente a una familia muy rica de la Isla Mauricio. Ethel, el personaje del libro, es la hija única de una pareja a la deriva a causa del padre, un personaje libertino, grotesco en su comportamiento, siempre elegante y soñador. En la novela hay un personaje que se parece mucho a Le Clezio: Soliman, el tío, inmensamente rico, alto de dos metros, de una rectitud a toda prueba y el hombre de una sola palabra. El dejó toda su fortuna a su sobrina, con la esperanza de realizar un sueño, pero el padre se encargó de dilapidarla financiando los proyectos más absurdos, sin ninguna relación con la realidad. Al comenzar la segunda guerra mundial la familia, absolutamente arruinada, se redujo a un carro, algunos colchones para dormir y los caminos desconocidos para buscar un sitio donde detenerse. El carácter y la personalidad de Ethel, se formaron en este periodo de su vida. De los relatos que ella le hizo de su propa experiencia, Le Clezio, sabe describir el hambre, hambre de un pan blanco, de un poco de azúcar, de un pedazo de algo, y sobretodo, hambre de ternura y de humanidad.
Cuando un periodista le pregunto sus sentimientos al recibir el premio nobel, Le Clezio respondió: “además de representar un honor inmenso, el dinero del premio me servirá para pagar mis deudas”. Y sus ojos claros, de un color desconocido, se perdieron allá lejos, en el horizonte que es el único límite de sus sueños.