Header image  
             alianza de escritores y periodistas  
  INICIO  

POLÍTICA

          

                EL HALCÓN SE ENROCA

                      

Octavio Quintero

Desde el punto de vista logístico en este largo proceso del intercambio humanitario, no me hace ninguna gracia que el Ejército haya capturado a los milicianos que portaban las pruebas de supervivencia de los secuestrados que venían, al parecer y según ella misma cree, con destino a la senadora Piedad Córdoba.

Este episodio demuestra que efectivamente el proceso de intercambio humanitario requiere de un tratamiento especial que se salga de los inamovibles de Uribe, entre ellos, la rigidez de la seguridad democrática que no está dispuesta a descansar ni un segundo, ni siquiera para permitir que enviados de las Farc lleguen a su destino con pruebas que también pueden interpretarse como la voluntad de avanzar en el proceso del intercambio humanitario que, sería como el primer paso en el camino más largo de la paz.

En una de las muchas alocuciones del presidente Uribe en este episodio de la designación y posterior destitución de Chávez y Piedad como mediadores, alocuciones que ahora me parecen todas calculadas, decía algo como esto: hacen bien los terroristas en temer salir de sus escondites porque los vamos a matar. Era el momento en que se aseguraba por parte de los mediadores que el gobierno colombiano estaba poniendo trabas a la recolección de las pruebas de supervivencia de los secuestrados por parte de las Farc.

Pues, la captura de unos simples milicianos, cuyo valor principal no consiste propiamente en su captura sino en el hecho en sí de que fueran portadores de las pruebas enviadas por las Farc y que, al parecer, no pudieron llegar a tiempo a manos del presidente Chávez antes de su encuentro con el presidente Sarkozy, demuestra que el celo de los guerrilleros no es a priori. Y revela, además, que el camino andado por Chávez y Piedad, especialmente la senadora colombiana que, amén de su martirio particular tiene que moverse en el ambiente interno de su país cargado de mala leche, no fue poco ni fácil, ni merecía el desprecio con el que el presidente Uribe lo rompió de un zas, endilgándole epítetos de “idiota útil” y acusaciones de favorecedor del terrorismo en Colombia al presidente Chávez y filtrando a los medios la eventual acusación de “traición a la Patria” contra la senadora.

No parece lógico que, quien debe velar por la vida de todos los colombianos, no sólo no cumpla con su deber, sino que, por más veras, le ponga trabas a un incipiente proceso de acercamiento con el enemigo en procura de salvar la vida y retornar a la libertad a un buen número de compatriotas que, como dicen todos los analistas, ya sin que les produzca náuseas, “se pudren en la selva”.

Vamos a ver quién se le mide a seguir buscando acercamientos entre dos enemigos que se odian tan visceralmente como Uribe y Tiro Fijo, más ahora con la muy triste historia de que el más indicado a deponer su odio en razón de su condición de jefe de Estado que representa el interés de todos, y no apenas el de sus secuaces y prosélitos, no vacila en sacrificar al amigo personal y principal socio comercial; y dejar que se sigan pudriendo sus compatriotas en la selva, en aras de mantener las razones de Estado que le sirven para profundizar su venganza y alimentar su ego.

En ese cálculo biliar con que Uribe dice todo, la razón de que se haya mostrado muy alegre de la captura de los milicianos que portaban las pruebas, no debe entenderse como otra forma de manifestar alegría por haber volado el puente por el que se le estaba colando un acuerdo humanitario y un proceso de paz negociada que definitivamente él no quiere, pues, entre otras cosas, lo deja sin su oficio predilecto de mayordomo matón que es lo que Uribe, en su raizal memoria genética de hacendado, cree que ejerce en una finca llamada Colombia, asediada por las Farc.  

La captura de los milicianos eleva a la enésima potencia el peligro de muerte de los secuestrados.  Pero eso a Uribe qué le importa; ya lo demostró con los diputados del Valle.