EL SABIO DON RUFINO JOSÉ CUERVO
DESCANSA EN LE PÈRE LACHAISE
Álvaro Calderón Rivera
La tumba de Rufino José Cuervo, sencilla y austera como su dueño, guarda los restos venerables de quien fuera el más notable de nuestros lingüistas, santafereño, por más señas, nacido en La Candelaria (Calle 10ª. # 4-69, (hoy “Casa de Cuervo”), sede administrativa y docente del Instituto Caro y Cuervo ) y quien pasó sus últimos 27 años en la “ Ciudad Luz”. Visitar a Cuervo en su última morada es un rito solemne para quienes entendemos que don Rufino, según palabras de don Marco Fidel Suárez, fue “ el compatriota que más en alto ha puesto la gloria científica de nuestra patria y tal vez de la América española”. Por ello, Colombia permanecerá en deuda perenne para con el sabio y genio más sobresaliente de nuestras letras, deuda que solo se cancela inclinándose reverentemente ante su huesa en ese gran cementerio del Este parisiense, necrópolis fundada por Napoleón en 1804, donde reposan, además, centenares de ilustres, empezando por Luis XIV. No fue nada fácil identificar la manzana 90ª 11-9 línea 47-87; sólo la generosa indicación del guardián nos posibilitó, a mi hijo y a mí, llegar a ese sitio deseado, sin antes no haber escatimado todo esfuerzo por dar con su ubicación.
ALVARO CALDERON R, PADRE E HIJO, AL LADO DE LA TUMBA DE LOS CUERVO URISARRI.
Ahí, cubierto de lamas y musgos verdosos, reposa don Rufino en compañía de su hermano Ángel, su soporte espiritual y compañero inseparable. Solemne encuentro el nuestro con el patriarca de nuestras letras en ese inmenso camposanto donde también permanecen silenciosos en medio de su grandeza histórica, entre otros muchísimos, Rousselot ( fundador de la fonética experimental, hoy tan de moda en Colombia), Apollinaire, Balzac, Champollion, María Callas, Edith Piaf, Doré, Marouzeau, Proust, Musset, Moliére, Pascal, Oscar Wilde, María Walewska, Volney, Talleyrand, Rossini…, sólo por nombrar unos cuántos. Llamativos mausoleos de diferentes estilos y gustos se levantan en sus avenidas señorial|es; y no faltan monumentos conmemorativos de las víctimas de Auschwitz, Dachau, Mauthausen, Treblinka, Bergen Belsen, Flossenburg…
A comienzos de enero pasado satisfice felizmente mis deseos de entrar en esas 43 hectáreas donde hay un significativo pedazo de Colombia. Viendo ese abandono centenario de la tumba de Rufino José Cuervo, se siente inmensa tristeza y congoja por el inmerecido olvido gubernamental en el cual descansan compatriotas ilustres. Ante la obra de Cuervo se decubrieron reverentemente Gastón París, Menéndez Pidal, Morf, Meyer Lübke, Baist, Schuhardt, Lenz, M. A. Caro, Icazbalceta, Morel Fatio y sobre todo el anciano Pott, con quien Rufino José Cuervo sostuviera en Halle, entrevista de 7 horas, en latín, pues éste no sabía alemán ni Pott, español. De Cuervo dijo Pott que era un raro espécimen al igual que, un cuervo de plumaje blanco.
Las fechas del natalicio de Cuervo y de su deceso( 19 de septiembre de l844- julio 17 de 1911) ya poco se notan en su tumba; el tiempo y nuestro ingratitud han borrado esas improntas. Nada mejor que este escrito golpee los tablados gubernamentales: Los Cuervo deben volver a su patria de origen ; el panteón del Instituto Caro y Cuervo en “Yerbabuena” debe ser su última estación para que se acompañen con Ezequiel Uricoechea, otro de nuestros colosales valores, repatriado al Instituto Caro y Cuervo desde Beirut hace unos 45 años .
Es el momento de notificar a nuestra cultura, por la deuda impagable que se tiene para con don Rufino, a la vez que aceptar la censura que nos cabe y merecemos por la indiferencia colombiana que circunda su tumba.
Después de una larga reflexión al borde del sepulcro de los Cuervo, las penitentes, afectuosas y devotas tareas de limpieza, unas cuántas fotos y una filmación, nos retiramos mustios, silenciosos, apesadumbrados y contritos, llenos de una grave emoción extraterrena, sintiéndonos como partícipes de ese pecado muy colombiano de la insensibilidad por quienes verdadera y rigurosamente tanto representan para el país. A esa hora de la despedida ya la noche invernal y las sombras de París caían sobre Le Pére Lachaise.
CEMENTERIO PARISINO DE LE PERE LACHAISE. ( París este)
En el S. XVII, la Compañía de Jesús construyó un hospicio en este mismo sitio y su miembro, Francisco d´’Aix Lachaise , confesor de Luis XIV, fue su primer y más importante usuario. Años después los jesuitas fueron expulsados de Francia y la propiedad volvió a sus viejos dueños; Napoleón I la readquirió para fundar posteriormente ahí, en 1804, el “Cimitiére de l´est”. Este sitio laberíntico y fantasmagórico, asiento de notables personalidades, ha estado matizado de leyendas místicas, esoterismo, misas negras, vampirismo y hasta prostitución. Avanzando 20 hileras de tumbas, hacia arriba, desde la intersección de la transversal 2 con la calle Carette, y doblando luégo a la izquierda por el callejón, a seis sepulcros está el cenotafio de los Cuervo, señalado por una crucecilla en la división 90.
Alvaro Calderón Rivera. (Profesor titular del ICC y de la Universidad Distrital) |