EDUARDO GÓMEZ
Prometeo es, según la versión más aceptada, hijo del titán Jápeto y de la oceánide Climene. No es un dios sino un héroe, es decir una especie de mestizo semidivino, más cerca de la condición humana que de la divina. En ciertas versiones, se lo considera padre de la humanidad a la que habría creado a partir de figuras de arcilla. Enseña a los hombres a hacer trampa a los dioses en los sacrificios para que se queden con la mejor parte de los animales sacrificados. El es quien roba el fuego del Olimpo para entregárselo a los mortales (lo cual se podría interpretar como el acto que otorga el fuego de la libertad a los hombres, equiparándolos a los dioses). Prometeo enseña a su hijo Deucalión a construir una enorme arca para salvar al género humano en el diluvio desatado por Zeus. De modo que Prometeo es el líder de los hombres que se rebela contra el poder tiránico del dios por antonomasia: Zeus. Es el líder más radicalmente subversivo de la mitología griega y Goethe lo escoge con mucho acierto para representar a la Humanidad como líder contra la superstición de todo tipo, como agnóstico y humanista que desafía la creencia en los dioses y glorifica, por contraposición, las posibilidades de la Humanidad. La estrofa segunda es clave para la comprensión del poema porque en ella (y anticipándose a Marx) Goethe hace decir a Prometeo que los dioses son hijos de la derrota y la puerilidad de los hombres: “No conozco nada más mísero bajo el sol/ que vosotros dioses./ Pobremente nutrís/ con sacrificios/ y aliento de oraciones/ vuestra majestad/ y moriríais/ si pordioseros y niños/ no fueran locos sin esperanza/”. Donde el Hombre depende todavía demasiado de la naturaleza y de una sociedad injusta y caótica que lo sobrepasa, la religión (como superstición y no como religiosidad filosófica, lo cual es completamente diferente) es consuelo y compensación imaginaria. Freud dice al respecto que en esa situación de atraso el Hombre (que nunca del todo, deja de ser niño) proyecta , magnificada, la figura del padre , fusionándola con los poderes naturales, para poder así conmover y hacer propicio ese fantasma, mediante ruegos y oraciones. Luego Goethe (identificándose con Prometeo) recuerda, en forma velada, que cuando era niño ofició ceremonias al dios sol, sin que el “Durmiente allá arriba” lo ayudara, puesto que el Hombre depende del Cosmos y de sí mismo. Al final del poema , Prometeo, como representante del hombre liberado, se enfrenta a la superstición, encarnada en los dioses: “Aquí me afianzo/ y formo hombres/ según mi idea./ A ese linaje semejante a mí/ para que sufra y llore,/ goce y se alegre/ y te desprecie/ como yo”. EG
Johann Wolfgang Goethe
PROMETEO
(traducción de Eduardo Gómez)
Cubre tu cielo Zeus
con un velo de nubes
y juega-tal un mancebo
que cardos troncha-
en encinares y montañas.
Empero mi Tierra
deja en paz
y mi cabaña que tu no edificaste
y mi hogar
por cuyo fuego
tu me envidias.
¡No conozco nada más mísero bajo el sol
que vosotros dioses!
Pobremente nutris
con sacrificios
y aliento de oraciones
vuestra majestad
y moriríais
si pordioseros y niños
no fueran locos sin esperanza.
Cuando era un niño
no supe por qué la mirada
al sol volví, perdida,
como si alguien mi lamento oyera arriba
y hubiera un corazón que, como el mío,
pena tuviera del que sufre.
¿Quién me ayudó
contra la furia de los titanes,
quién me salvó de la muerte
y de la esclavitud?
¿Acaso tu mismo no lo culminaste todo,
sagrado y ardiente corazón,
y te consumiste, juvenil y bueno,
engañado, esperando el rescate
del Durmiente ahí arriba?
¿Venerarte yo a ti? ¿Para qué?
¿Has mitigado los dolores de los ofendidos?
¿Has enjugado las lágrimas de los angustiados?
¿Hombre quizás no me formaron
el tiempo omnipotente
y el eterno destino
-mi señor y el tuyo?-
¿Creíste tal vez
que odiar debía la vida
y huir al desierto
porque no todos los sueños maduraron?
Aquí me afianzo
y formo hombres
según mi idea.
A ese linaje semejante a mí
para que sufra y llore,
goce y se alegre
y te desprecie
¡Como yo!
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