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Número 11, Noviembre 15 de 2013
Paz e Ilegalidad
Fernando Cordovez
Paz e ilegalidad son dos sentimientos que ofuscan la conciencia de algunos colombianos, afectando a todos los que habitamos en este muy variado país con su fauna, flora, geografía, y por supuesto la riqueza cultural de sus gentes.
¿Si los acuerdos firmados, en ocasiones son de difícil cumplimiento, como serán los que están por firmarse?
La Paz no se firma, se acuerda. Buen resultado sería “firma de un acuerdo de paz”. En palabras del Alto Comisionado Jaramillo “lo que estamos haciendo en la Habana no es la paz. Lo que hacemos en la Habana es llegar a un acuerdo para la terminación del conflicto”. Lo que está firmando el gobierno colombiano en la Habana es: un Acuerdo. ¿Siendo así dónde queda la paz? Nos preguntamos unos y otros. ¿Qué es la Paz? Para usted, para mí, para todos. ¿Que el pinche celular siempre esté conmigo o se me permita permanecer en mi tierra, porque esos son terrenos, míos, baldíos o suyos? Lo importante es lo que el patrón de las balas y la motosierra quiera, a veces asesorado por “prestigiosas” oficinas de abogados y entidades oficiales lideradas por funcionarios corruptos.
…Hasta el más taimado se pregunta ¿para qué quieren que me pierda de por aquí? Como si yo no supiera, eso es para hacer todas sus porquerías, de la droga esa blanca que mandan para el otro lado del charco dizque para enloquecer y acabar con esos monos malos y pura mentira, es para enriquecerse ellos mismos y tener yates y bienes que sólo con la coca pueden comprar, mejor dicho con la plata de la venta de los pases que se dan los gringos y los del otro lado norte, por aquí ese polvo ni se ve, eso es como el oro, sólo lo huelen los ricos, mejor dicho los del Norte de tierras frías…
Escuchando esto así tan crudo, pues claro se le revela: hay que mantener la guerra dicen esos bandidos. Aquí gobiernan las armas, es el acuerdo. Estorbe o simplemente sea innecesario ábrase, ya sabe písese de una. Y corra mija que se la lleva el diablo como ya se llevó a su marido y algunos de sus hijos y familiares. Cruda realidad dura de mascar, para qué digerir.
El tema de la tierra como base de negocios ilícitos en terrenos vedados a campesinos agricultores, pescadores, ganaderos, turistas y hasta al propio estado colombiano, es un fenómeno entrando en su cuarta década; el negocio de la guerra en Colombia es grande, conlleva cultivos ilícitos, narcotráfico, tierra-tráfico, tráfico de armas, tráfico de adultos y de menores, contrabando, secuestro, extorsión, suministros, verdes muchos verdes, la minería ilegal que destruye el ecosistema de paso arrasando con economías campesinas, las tierras con ausencia del estado cobijan toda una multinacional ilegal con tentáculos en lo más profundo de nuestra economía, de nuestra política y del ser colombiano, donde nos han arrebatado a sangre y plomo a nuestros seres queridos, nuestras riquezas cualesquiera que fueren, y nuestras instituciones que se han corrompido ya sea a plata o a plomo.
Por lo tanto la paz no se firma, lo que se firma es un Acuerdo de paz. La paz la tenemos que construir todos los colombianos desde abajo participando como garantes de los acuerdos.
Es acertado el primer acuerdo firmado el pasado mes de mayo denominado “Reforma Rural Integral”. La primera semana de noviembre se firmó un acuerdo en materia de participación política, formando éste parte de lo que sería el acuerdo final, el cual nos avocaría a una etapa transicional donde el compromiso de paz de los colombianos determinará qué tan en paz conviviremos, el acuerdo final va a ser un baúl de herramientas. Vamos a ver quién las trabaja. O si se las dejamos a los de siempre.
Firmándose el acuerdo de paz, ciertos mandos medios de las FARC estarán escogiendo o echando a la suerte el nombre de sus pensadas bacrim tan esperadas como deseadas, como en su momento salieron a relucir los rastrojos, los urabeños, etc., de la mano de los falsos desmovilizados, entonces siendo así apague y vámonos dirán unos compadres. La paz tiene que pasar por justicia y reparación, esto incluye devolver tierras a quienes les fueron despojadas por la sevicia del narcotráfico y sus actores.
Tal vez desde el punto de vista de la paz como experiencia general, su excelencia la indiferencia es por si sola artífice de extender las escaramuzas en lo que es nuestra bien posicionada tragedia nacional, anidada en el temor de que el actuar de estos traficantes de guerras disfrazados de personas a veces decentes y educadas, como lamentablemente es el caso de los señores de Interbolsa, y digo lamentable por los actos que acarrearon haciendo daño, afectando la paz de muchas familias, todo esto de la mano de la economía ilegal, ilegal como los funcionarios y parlamentarios testaferros que fueron de compras a la DNE. Bueno, tantos escándalos y todos terminan ahí en la familia “guerrilla-narcotráfico-paramilitarismo, más de 60 ilustres padres de la patria encerrados por narcotráfico y/o paramilitarismo” como si fuera poco. Las cortes con su carrusel de pensiones y otras fechorías de algunos togados, la casa de nari, chuzadas, falsos positivos, etc. País tomado por el narcotráfico.
“¡No! qué locura esta nunca antes vista por Dios”, como diría una tía cualquiera.
Nunca se sabe qué tan cerca es el fin, cuándo la violencia acabará o nos acabará, esto pone a la sociedad civil a actuar en procura de presentar y fortalecer propuestas, participar en los compromisos acordados y dentro de la constitución y las leyes exigir sus derechos fundamentales construyendo un país moderno acorde a sus necesidades alejándose de esos dirigentes con actitudes feudales y guerreristas
Colombia es un país gobernado por sistema centralista ausente en algunos casos, desterrado por políticos corruptos en otros, o a bala.
El fortalecimiento y decidida participación de las organizaciones a nivel local y su injerencia en el rumbo de una comunidad es parte de la construcción de la paz a pactarse en la Habana, que por ahí la estén cogiendo a piedra y fusil no es la salida, la salida es por el otro lado. Para los negociadores es clara la importancia de ampliar el alcance y la efectividad de las instituciones construyendo desde abajo, trabajando apoyados con la fuerza de todos los ciudadanos y las comunidades en ese propósito común que es la construcción de paz en los territorios.
La paz está ligada la cultura. Después de 50 años de guerra nuestra cultura es una cultura de guerra, intolerancia, desconfianza y temor, aquí es donde los hacedores y promotores de cultura entran a jugar un papel importante, donde el común sea un compromiso de los colombianos de no pensar que la guerra es la única expresión aceptable y posible.
El postconflicto requiere que la comunicación sea transparente, democrática, participativa particularmente por parte de las autoridades, con una efectiva y constante participación tanto de los colombianos como de las organizaciones de la sociedad civil.
Apostarle a la paz es la única forma de acabar las economías ilegales que están reventando el país que no quiere, no aguanta más violencia, injusticia y miseria.
Nunca antes se apreció la paz como una posibilidad que pasa por unas reformas estructurales del estado y por supuesto de la forma de pensar y relacionarnos como colombianos.
La violencia se manifiesta de las formas más sutiles y “sálvese quien pueda” dicen los amigos de la guerra perpetuando las economías ilegales a lo ancho y largo del país.