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Número 1, Mayo de 2013

 

 

 

Antonio Nariño, El Árbol de la Libertad

 

 

Diego Arango Ruiz

Este Bicentenario, como el de 2012 es la ocasión para  recuperar la memoria histórica y reflexionar sobre lo que hemos sido durante los 200 años, hoy desafortunadamente olvidada, y que en cierta forma están relacionadas con nuestro presente.

 

En abril de 1813 la oposición entre federalistas y centralistas continuaba y Nariño, deseoso de consolidar la armonía y  con el ánimo de lograr la paz y una “buena armonía  entre los partidos enfrentados”, celebró una  fiesta cívica el 29 de abril de 1813 con el objeto principal de sembrar el Árbol de la Libertad  en la Plaza Mayor de Santafé y en las poblaciones más notables de Cundinamarca.

En la Plaza de Santafé  se plantó  un arrayán de cinco varas de alto en un triángulo de piedra. El árbol de la libertad se adornó con oropeles, con dos varas de la pila donde se colocaron  tarjetas de versos alusivos, un  gorro colorado y unos dibujos de árboles.

 

El concepto de Árbol de Libertad llegó  en el decenio de 1790, al Nuevo Reino de Granada. Durante el virreinato, causaba disgusto porque se relacionaba con la Revolución francesa y la libertad.

 

Para Nariño era también contribuir al  asentamiento en las creencias como símbolo de la vida y la permanencia. Al sembrar un arrayán demostraba su cercanía con la Revolución francesa y la libertad. Para la Francia revolucionaria, el árbol significa “el adiós a un viejo mundo y el nacimiento de otro nuevo".  

 

En la Plaza de Santafé se continuó con la siembra de los árboles sagrados,  pero como escribió José María Caballero en el Diario de la independencia “se plantó aquí el árbol que nuestros enemigos arrancaron con crueldad de este mismo lugar”. El 18 de julio amaneció derribado el árbol de la libertad. Destruir el árbol significa atacar el nuevo orden que estaba construyéndose en la sociedad.

 

 

La siembra del árbol de la libertad anunciaba que Cundinamarca declararía su independencia absoluta de España. Nariño buscando consolidar la independencia definitiva, ordena a cada uno de los municipios la siembra un árbol de arrayán en plena plaza pública, planta que fue escogida simbólicamente como el árbol de la libertad, la unión entre centralistas y federalistas y una concertación ambiental.

 

Los habitantes de Cali sembraron su árbol el 24 de junio del año siguiente. Otros árboles y juramentos parecidos fueron realizados  en Villa de Honda  (Funza hoy) en las  poblaciones de Guasca, Guatavita, Zipaquirá, Ubaté, Fúquene, Chiquinquirá, Saboyá, Sutapelao, Sogamoso y en otras poblaciones de las provincias de Tunja y Cundinamarca.

 

 

En Colombia sigue viva la tradición de plantar árboles de la libertad. En Gigante, Huila, José Hilario López plantó una ceiba cuando decretó la abolición de la esclavitud durante su mandato presidencial (1849-1953).

El pasado 24 de abril  se desarrolló la siembra del  Árbol de la Libertad en los 116 municipios del departamento  de  Cundinamarca . La Secretaría del Ambiente del Departamento dio a conocer las acciones para la celebración del Bicentenario de Cundinamarca y un reconocimiento a Antonio Nariño.

 

 

El árbol ha sido para casi todos los pueblos y culturas amerindias el símbolo del universo, el soporte, el origen, la fertilidad, la regeneración y el conocimiento. Con él se simboliza una cosmovisión que expresa el carácter sagrado del mundo, de la vida y de la naturaleza. El árbol ostenta un carácter mágico-sagrado

 

Igualmente el árbol aparece vinculado con el derrumbe del mundo, el desastre cósmico y la bio-regeneración de la naturaleza.

 

El Valle de Saquencipá fue antes del siglo XVI una región rica en bosques. Para los indígenas, guardianes de este territorio durante 10.000 años, particularmente para los Muiscas, la tierra fue concebida como “árbol genealógico” vivo , donde cada espacio, planta, árbol, río y laguna cubría un territorio que dio lugar no sólo a una cultura del maíz, el ATIBA o pan sagrado, sino también de su alimento sagrado: el agua, que dio lugar a una cultura cuyo epicentro es Iguaque, de donde emerge simbólicamente Bachué, “la madre de los pechos erguidos”, que hace 10.000 años estuvieron cubiertos de nieve. El macizo de Iguaque “fue el corazón de su mundo por cuyas arterías, los ríos, se nutría la vida de la tierra” que, como Madre, alimentaba la vida de sus hijos.

 

Desafortunadamente, el  paisaje físico y cultural ha cambiado radicalmente por el cambio del uso de la tierra en la época de la colonia española con la  introducción de sistemas agroculturales mediterráneos ajenos a las condiciones biológicas, ecológicas y culturales; se cambiaron los productos tradicionales que alteraron los ecosistemas y se inició un proceso ininterrumpido de destrucción de los bosques nativos.  De ahí la gran importancia de la siembra de árboles en nuestro Municipio.

¡Mientras viva el árbol, viviremos!