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                  CINCO MINUTOS CON

                  ANTONIO CABALLERO

  

Álvaro Antonio Bernal *

     

UNA CHARLA CON EL AUTOR DE "SIN REMEDIO"

Escritor y columnista punzante, Caballero (1945) nos habla de su exitosa novela y de sus imágenes y recuerdos de Bogotá. Como siempre, Caballero nos invita a la reflexión y por medio de sus frases cortantes destila ironía y en algunos casos un humor ácido. La siguiente entrevista se pudo realizar con la ayuda y gestión del escritor Hugo Chaparro y de Pilar Reyes de Editorial Alfaguara, sin ellos este acercamiento hubiera sido casi imposible.

A B. ¿Cuáles fueron los motivos principales para escribir una novela escenificada en Bogotá?

 AC.  El motivo es simplemente que necesitaba un escenario. En mi novela Bogotá es sólo eso: un escenario. No es poco. Pero no es más.

A B. ¿Qué imágenes y recuerdos tiene de Bogotá en su niñez y adolescencia?

AC. Bogotá era entonces una ciudad de medio millón de habitantes, y hoy tiene seis o siete millones. Ha crecido. Cuando yo era niño, todo estaba muy cerca. Donde en mi niñez había cerros, hoy hay edificios de veinte pisos o barrios de invasión. Donde en mi niñez había sabana, hoy hay centros comerciales, o barrios de Mazuera.

A B. ¿Qué representa Bogotá para usted?

AC. Hay un verso cursi, pero cierto, de Eduardo Carranza:

“Fui niño, allí fui niño, amigos:

Y tengo ganas de llorar”.

A B. ¿Por qué el título Sin remedio? ¿Acaso Bogotá y la sociedad colombiana no tienen remedio?

AC.  El título Sin remedio no se refiere ni a Bogotá ni a la sociedad colombiana, sino a la novela...

AB.  El narrador de Sin remedio tiende a describir una ciudad oscura, triste, melancólica (casi siempre está lloviendo por ejemplo), pero al mismo tiempo con todo lo que sucede en la novela se identifica una ciudad camino a ser agresiva, peligrosa, con una vida nocturna activa y con muchos contrastes sociales y urbanísticos. ¿Cómo interpreta usted esta relación?

 AC.  Hace más o menos un año releí la novela para una reedición, y vi que (en lo específicamente referido a la ciudad), hay, como dice usted, “muchos contrastes”. Pero no sólo “sociales y urbanísticos”. También los hay climáticos: de la ciudad oscura y lluviosa a la ciudad restallante de luz. Pero es una novela, no una guía turística.

AB. La Bogotá de la novela es ya una ciudad muy grande, con inmensos problemas de orden social, una ciudad que discrimina a sus habitantes y que esconde muchos misterios. ¿De cierta manera se quería mostrar que Bogotá aun provinciana, ya en esta época (los sesenta) vestía un nuevo ropaje, y era una ciudad en plena transformación?

AC. Repito que el propósito de la novela no era mostrar a Bogotá, ni para bien, ni para mal. Bogotá es un trasfondo.

AB. En varios capítulos de la novela la ciudad se convierte en un ente actuante y es un elemento fundamental para contextualizar y entender la historia. Cuando escribía la novela percibía ese proceso.

AC. Aunque el tema de la novela no sea Bogotá, es evidente que ese trasfondo que es, ese escenario, afecta también la anécdota, la psicología de los personajes, en fin: lo que usted quiera. Yo creo que en una novela (o en un poema, o en la vida de alguien, o en una sinfonía) todas las cosas están interrelacionadas. Y si no, no funcionan. Todos los elementos deben ser “entes actuantes” y “elementos fundamentales”. Si no lo son, sobran.

AB. ¿Qué tanta relación, cercana o lejana, hay entre el mundo de Escobar y el suyo?

AC. Creo que hay escritores que escriben sobre lo que no conocen. Julio Verne, por ejemplo, no conocía el centro de la tierra cuando escribió su famoso “Viaje al centro de la tierra”. Otros escribimos sobre lo que conocemos de primera mano.

AB.  ¿Por qué Escobar nunca se establece sentimentalmente a pesar de tantas relaciones?

 AC. Habría que preguntárselo a Escobar. Parece una tontería esto de decir que los personajes de ficción tienen su propia personalidad, su propia vida, su propio impulso. Pero es así. Un personaje de ficción, para su autor, es una acción. Y una acción tiene siempre sus propias consecuencias, imprevisibles, impredecibles, y necesarias dentro de su propia coherencia (o incoherencia). Ahí no manda el autor. (La pregunta se le podría hacer también al Dios del Génesis).

AB. Brevemente, de esa Bogotá recreada en la novela a la del presente ¿Qué cambios ha notado usted?

AC. Brevemente: muchos.

AB. ¿Cuál es su opinión de las últimas alcaldías?

AC. Regular.

AB. ¿Qué podría tener de interesante o de especial para un turista tanto la Bogotá de los setenta como la actual?

AC.  Nada interesante y nada especial para un turista. Bogotá es una ciudad que sólo tiene interés para vivirla, no para turistearla...

AB. En sus continuos viajes entre Bogotá y Madrid habrá notado contrastes notorios entre las dos ciudades, ¿Podría citar algunos?

AC. Sí podría. ¿Y entre Roma y Tumbuctú? También. ¿Y entre Nueva York y San Petersburgo? También. ¿Y. . .? También. Hay algún cuento de Kafka en el cual se habla de la ciudad de A y de la ciudad de B. Y estoy seguro de que hay contrastes notorios entre una y otra.

AB. ¿Qué ama y detesta de Bogotá?

AC. Amo a las mujeres de Bogotá. Detesto a los concejales de Bogotá. (Incluyendo a las concejalas).

AB. ¿Podría dar un sinónimo para Bogotá?

AC. No. Se han dado muchos: Bobotá, la Atenas Suramericana, El Distrito Especial. Pero yo no creo en los sinónimos. Si los hubiera, no serían necesarios. Y si son necesarios es porque no son sinónimos.

* Doctor en Literatura latinoamericana de la Universidad de Iowa y docente universitario.