Header image  
        alianza de escritores y periodistas  
  INICIO  

 

             ENVENENANDO LAS PAPAYAS

Ibán de Rementería

Experto internacional en drogas, ex funcionario de Naciones Unidas.

    

       

La tesis de Thoumi (1) para explicar el fracaso de la política antidroga es sencilla: la rentabilidad de la droga es la condición necesaria para su producción mientras que la condición suficiente es una moralidad relajada y una legalidad laxa. Así, muchos países cumplen con la condición necesaria, ya que tienen ventajas comparativas para producir drogas, por ejemplo en toda la región andino amazónica,  por lo contrario es pequeña la producción en USA o la Unión Europea, pero sólo Colombia cumple con la condición suficiente del relajo moral y la laxitud legal. Según Thoumi Colombia concentra la producción planetaria de cocaína no porque esta sea rentable sino porque es ilícita.

Tiempos hace que Thoumi insiste en esta tesis según la cual Colombia y sus gentes tienen un “destino manifiesto” por la ilegalidad, una  falla cultural y valórica esencial. Esa afirmación es superficial y prejuiciosa. Nadie niega que los cultivos ilícitos y sus productos son remunerados por sus costos, más las ganancias y los riesgos, de lo contrario no habría oferta ilícita de drogas. Si los factores de recursos naturales, capital y trabajo empleados por los productores agrícolas –campesinos y empresarios- en las actividades ilícitas fuesen remunerados en sus usos alternativos lícitos por los costos y ganancias esperados, sin necesidad en este caso de remunerar el riesgo de la ilegalidad, hacia allí se dirigirían esas inversiones y esfuerzos. Pero bien sabemos que esa rentabilidad lícita no es posible en las actuales condiciones de la producción agrícola en el mercado internacional, debido a que la producción de los países desarrollados está ampliamente subsidiada. La elección de los productores Colombianos es usar sus recursos y habilidades en la producción que asegure su rentabilidad. Nótese que en este caso no es que el costo de oportunidad favorece a los cultivos ilícitos, aquí solo ellos son rentables y los lícitos tienen rentabilidad negativa.

Entonces, la condición necesaria para la producción ilícita de drogas es que esta sea rentable y la condición suficiente es que la producción lícita en el uso alternativo de los mismos factores no sea rentable. Este hecho central para comprender e intervenir la producción de drogas es permanentemente soslayado por Thoumi en sus trabajos.

Afganistán ya era a los inicios de los años 90 el premier productos mundial de opio, participando con un 12% de la producción mundial, el régimen talibán impuso la interdicción a los cultivos ilícitos y al procesamiento de sus derivados hasta hacerla caer al 20%, luego de la invasión de los aliados en el año 2001, hoy cinco años después de la ocupación de las fuerzas militares de los Estados Unidos de América, Gran Bretaña y Canadá, Afganistán ha vuelto a ser el primer productor mundial de opio, pero ahora participa con el 80% de la producción planetaria. Lo que habían logrado los talibanes, al decir de Thoumi, fue: “cambiar no solamente los comportamientos de los narcos, los para, los guerrilleros y sino los de toda la sociedad, incluyendo sus elites políticas y económicas”, cosa que no han logrado las actuales autoridades  instauradas por las fuerzas militares de las principales democracias occidentales. Estoy absolutamente seguro que la gran mayoría de los colombianos no quiere el tipo de cambios que instauraron los talibanes para acabar con las producción ilícita de drogas y su provisión internacional desde Colombia

Lo cierto es que desde que “la guerra de las drogas” fue instaurada los precios a los consumidores de esas sustancias ilícitas tienden a la baja y la calidad al alza, exactamente los contrario de los propósitos “disuasivos” de tal guerra. Esto es posible porque hay en el mundo millones de personas dotadas de habilidades y recursos que sólo pueden sobrevivir en sus usos ilícitos asumiendo los costos de los riesgos que implican criminalizarse para poder vivir. El primer imperativo de los hombres y las mujeres es satisfacer las necesidades y deseos suyas y de sus dependientes, en el uso de sus habilidades  y recursos, el segundo es hacerlo sin afectar los derechos fundamentales de terceros (2), eso deslinda lo lícito de lo ilícito.  Los campesinos de los países en desarrollo, los pobres y excluidos de las ciudades, los emigrantes para cumplir con el primer imperativo se ven obligados a incumplir con el segundo. Por eso “toca dar papaya doctor”, así que mejor que no las envenenemos.

(1) Francisco Thoumi: La papaya envenenada. Revista SEMANA,Bogotá, 23-29 de abril, 2006

(2) Vida, integridad personal, libertad personal, propiedad, salud, calidad del medio ambiente, acceso a los recursos naturales, etc.