Pedro Páramo y Cien años de soledad

 

 

 

 

 

 

 

Édgar Bastidas Urresty

 

 

Gabriel García Márquez, contó alguna vez en México, donde vivía en una especie de autoexilio, que Álvaro Mutis, su amigo y confidente "subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ¡lea esa vaina, carajo, para que aprenda¡ Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leí La metamorfosis, de Kafka, en una lúgubre pensión de estudio de Bogotá -casi diez años atrás- había leído (tenido) una conmoción semejante"

 

En otra ocasión, el autor de Cien años de soledad reconocería que sin la lectura de Pedro Páramo, no hubiera podido escribir Cien años de soledad.

 

En un artículo que García Márquez escribió para El País de España, en 1995, dedicado a Álvaro Mutis, confiesa que "leer a Juan Rulfo me ha enseñado por una parte a cambiar mi manera de escribir y por otra a tener siempre bajo el codo una historia diferente para no contar aquella que estoy en el plan de trabajar".

 

Parece trascurrir entre el mundo de la realidad y el de la fantasía. Los personajes de Comala vuelven a la vida sin perder su carácter fantasmal. La novela se inicia con el relato de Juan Preciado que va a buscar a Pedro Páramo, su padre, como le ha prometido a su madre en su lecho de muerte, para reclamarle la parte de sus bienes que le corresponden. En el camino se encuentra con Abundio, otro hijo de Pedro Páramo, y luego se entera que se trata de su sombra, y que el pueblo está lleno de fantasmas, de voces, de murmullos.

Cien años es "La epopeya de la fundación, de la grandeza y la decadencia del pueblo de Macondo, y de su más ilustre familia de pioneros, frente a la historia cruel e irrisoria de una de esas repúblicas latinoamericanas tan increíbles que nos parecen aun al margen de la historia. Cien años de soledad es este teatro gigante donde los mitos engendran a los hombres que a su turno engendran los mitos, como en Homero, Cervantes o Rabelais".

En Cien años de soledad, el tiempo "es circular o medio concéntrico: en torno a los Buendía y a Macondo se desenvuelve una suerte de nigromántico cosmorama en movimiento, que impide a los muertos serlo enteramente y los hace girar imprudentemente en el mundo de los vivos, que da a estos el terrible don de la profecía donde todo es contemporáneo a sí mismo en el flujo narrativo cronohistórico y legendario, memorioso y confesional, de la presunta intención documental y de la continua provocación intelectual".

A Rulfo se lo considera uno de los pioneros del llamado realismo mágico, esa forma literaria de colocar lo real al lado de lo fantástico, de fabular la realidad, lo cotidiano, que había iniciado el novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, y que alterna con lo real maravilloso de Carpentier. García Márquez prosigue esa tendencia en casi todas sus novelas pero sobre todo en Cien años de soledad, donde Remedios la bella, sube o se eleva al cielo, como si levitara.

En 1976, Kundera, escritor checo, en una entrevista concedida a Ugne Karvelis y publicada por Le Monde de Paris, declaró: "Hace 170 años, Novalis soñaba con una novela donde lo real y lo fantástico se fundieran hasta el punto de perder su identidad. "Este es el viejo deseo de los novelistas, su manera de buscar la cuadratura del círculo, o el oro de los alquimistas".

"Y de repente, he aquí que un García Márquez en Cien años de soledad, pinta un cuadro que no es menos un sueño fantástico. La frontera entre lo posible y lo imposible se esfuma por milagro. La novela no hace sino comenzar sus ricas posibilidades"4.

García Márquez dijo que sus abuelos con los que vivió varios años, fueron una especie de fuente de inspiración literaria. La abuela le contaba historias de fantasmas, premoniciones, y el abuelo, historias de muertos porque había peleado como coronel en la guerra de los Mil días.

El realismo

La discusión acerca del realismo en literatura no termina y parece eternizarse. A propósito del realismo de Balzac, que describe los valores de la sociedad burguesa francesa del siglo XIX, Nathalie Sarraute, la escritora francesa del Nouveau roman, afirma que hay una mala comprensión del realismo.

Sin desconocer que Balzac muestra la realidad que lo rodea, "el personaje no se reduce a ella. Representa un modelo, reúne "sensaciones esparcidas", vive intensamente, pero es una forma"

Tahar Ben Jelloum, escritor y novelista marroquí, dice "el realismo no existe, para indicar que se engañan y engañan a sus lectores quienes pretenden que lo real puede aprenderse. Y va más allá, al negar que el realismo exista,"5, y como prueba de ello pone a Rulfo y Borges, como ejemplos.

Marthe Robert, en su libro Roman des origines et origines du roman, le da la novela autonomía propia: "la realidad novelesca es ficticia, o más exactamente, es siempre una realidad de novela, donde los personajes tienen un nacimiento, una muerte, aventuras de novela"6.

A Tahar Ben Jelloun, cuando se le preguntó qué libro le gustaría llevar para leer en una isla desierta respondió: "Tengo una certeza. (Comala) Es la tierra destruida que escribe en nosotros, es el pueblo desposeído, que se expresa en nuestras ficciones", y lo llama texto fetiche, por su densidad a pesar de ser tan corto, y recuerda su influencia en Cien años de soledad: "Pedro Páramo es Cien años de Soledad, pero más conciso, más riguroso, sin que ello demerite la gran obra del colombiano. Comala -sus ecos, sus personajes favoritos, las risas ya viejas, las voces gastadas, el calor infernal, los muertos que vuelven a buscar su cobija, el hijo de Pedro Páramo que se le cruza en el camino y con quien se sienta a la sombra para contarle historias, las suyas eran llenas de fantasmas, de cadáveres ambulantes, de gente esculpida por el fuego y de frutos desconocidos, se convirtieron en su propio pueblo. Las mías querían ser un eco de esta fantasía de color y demencia"7. Coloca a Comala en una isla detrás del Árbol de las palabras.

Stefano Brugnolo y Laura Luche, en un extenso y bien logrado ensayo titulado Los muertos que no mueren en Pedro Páramo y en Cien años de soledad, explican lo que podría configurar la influencia de Pedro Páramo (1955) en Cien años de soledad (1967). En las dos novelas, los autores ven la transfiguración de la sombra del padre de Hamlet, asesinado por Claudio para apoderarse del trono, y que clama venganza. Afirman que son dos novelas pobladas de muertos-vivos y de vivos-muertos, en las que los personajes viven en un purgatorio donde expían sus penas, por el fracaso de sus proyectos de vida, y sobre todo, por haber perdido sus tierras a manos de los latifundistas, luego de la revolución agraria de los años cincuenta, en Pedro Páramo, y como consecuencia de los estragos que causó la explotación capitalista de las bananeras, en Cien años de soledad, que forzó el éxodo campesino hacia la ciudad. La suerte de Comala y de Macondo, sociedades tradicionales estaba echada por la irrupción del progreso, de la modernidad.

Juan Preciado llega a Comala, un pueblo de muertos-vivos, donde se encuentra con almas en pena, que le piden que abogue por ellas, donde se queda, y donde va a morir "ahogado por los murmullos de los muertos". En la novela no hay distinción entre los personajes vivos y los muertos, lo que crea confusión. La soledad de los personajes de Comala, sobre todo cuando ha sido abandonada y arrasada, es una constante en la novela. El tiempo es circular, es decir, que se detiene, se repite, y se vuelve imperecedero.

El machismo mexicano está representado por Pedro Páramo, un terrateniente, que somete, explota a los trabajadores, viola las mujeres y procrea desmesuradamente, en lo que sigue el ejemplo del conquistador. "El patos que la novela comunica tiene que ver con estas imágenes, y símbolos religiosos: el pecado, el perdón, la salvación, el Infierno, el Paraíso, el Purgatorio rulfiano"8.

En Cien años de soledad, también hay sombras, fantasmas. José Arcadio Buendía ha asesinado a un amigo, que puso en duda su honor y huye con su mujer para escapar del fantasma del muerto, y fundar Macondo. Prudencio Aguilar y Melquíades, son los primeros, y en cierto modo, José Arcadio Buendía, el patriarca de la estirpe de los Buendía, que ha llegado a la vejez y sufre "una lúcida locura", a la sombra de un castaño. El coronel liberal Aureliano Buendía, luego de haber perdido 32 guerras civiles con los conservadores, se encierra en su laboratorio de orfebrería a fabricar pescaditos de oro, y se convierte en otra sombra. José Arcadio Segundo, el bisnieto, se retira a su habitación "sumergido en un mundo de tinieblas". Otros "Buendías pagan penas a la espera de la muerte", como una forma de expiación. Cuando la lluvia "anuncia el principio del fin, los habitantes de Macondo aparecen como fantasmas vivos". La soledad acompaña a los Buendía en su peregrinar, en su penar, "empuja a los muertos a regresar a la vida". "Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra". La lluvia aparece en las dos novelas, en Macondo en forma de diluvio, y en Pedro Páramo, como elemento perturbador. El patriarca de los Buendía, como Pedro Páramo, engendra un gran número de hijos a quienes no conoce o conoce a medias. El purgatorio de García Márquez como el de Rulfo, "está privado de esperanza". Aureliano Babilonia y Macondo son barridos por "un huracán bíblico" por un viento "lleno de voces del pasado, de suspiros de desengaño", que recuerda los murmullos y suspiros que matan a Juan Preciado.

Notas

1. Wikipedia. Enciclopedia

2. Contracarátura de Cien años de soledad

3. Dal Fabro, Beniamino. Il Resto del Carlino. Contracarátula

4. Kundera, Milán. Reencuentro con Milan Kundera, en Grafismos, de Édgar Bastidas Urresty. p. 115

5. Ben Jelloum, Tahar, en Prólogo de Édgar Bastidas Urresty, al libro Cuentos vivido y cuentos soñados, de Joseph F. Vélez. p. 2

6. Robert, Marthe. Roman des origines et origines du roman. p. 21

7. Ben Jelloum, Tahar. En El jardín de las palabras, de Édgar Bastidas Urresty, p. 97

8. Brugnolo Stefano y Laura Luche. Los muertos que no mueren en Pedro Páramo y en Cien años de soledad.

Bibliografía

Bastidas Urresty, Édgar El jardín de las palabras. Pasto. Universidad de Nariño 2014.

Bastidas Urresty, Édgar. Grafismos. Medellín. Ediciones Testimoni. 1983

Brugnolo Stefano y Luche Laura. Los muertos que no mueren en Pedo Páramo y en Cien años de soledad.

García Márquez, Gabriel. Cent ans de solitude. Paris. Éditions du Seuil 1968

García Márquez, Gabriel. Cent'anni di solitudine. Milano. Feltrinelli Editore. 1973

Robert, Marthe. Roman des origines et origines du roman. Paris. Gallimard. 1976

Recopilación de textos sobre Juan Rulfo. La Habana. Centro de investigaciones literarias Casa de las Américas. 1969

Rulfo, Juan. Pedro Páramo. México. Fondo de Cultura Económica. 1971