Header image  
             alianza de escritores y periodistas  
  INICIO  

       CRISIS CREADA POR EL IMPERIO

         

                    GUERRA PARA YA

         

Darío Botero Pérez

Los obsesos teístas que reclaman a Abraham como su padre están resueltos a desatar el Fin del Mundo, antes de que sus llamados al fanatismo y al odio entre los pueblos dejen de determinar los comportamientos de los fieles.

El protervo propósito se puede frustrar una vez los creyentes se liberen de la tiranía ideológica impuesta por los presuntos representantes de Dios, como está ocurriendo en el catolicismo gracias a la corrupción evidente de sus ministros, que los tiene bastante desacreditados. (Ver anexo “CUATRO OBISPOS CATOLICOS ACUSADOS DE HOMOSEXUALISMO ACTIVO”)

Ante los inmensos retos planteados por la perversidad humana -tan bien asumida por los sicópatas enamorados del poder y la riqueza que están destruyéndolo todo y se apuran en desatar la guerra mundial-, los humanos comunes y corrientes, independientemente de sus preferencias religiosas, o de cualquier otro prejuicio, están entendiendo que la responsabilidad personal, que induce a la participación activa, es fundamental en la determinación del futuro común.

Tanto los creyentes como los ateos, cada vez son más conscientes de su responsabilidad personal ante los problemas comunes de la Humanidad, la Vida y el Planeta, que los potentados se esmeran en agravar y los ideólogos religiosos intentan presentar como una maldición divina, mientras los científistas la caracterizan como una catástrofe cósmica.

Pero ninguna autoridad sale a exigir castigo para los culpables de tantos problemas, ni a arrebatarles ese poder y esa riqueza que se han apropiado abusando de la violencia que ha imperado en la Historia. Para defender los intereses de las mayorías no existen instituciones idóneas ni funcionarios disponibles. Es un asunto que sólo esas mismas mayorías pueden adelantar, y lo están adelantando, por fortuna. Pero el tiempo apremia.

El criminal sionista Netanyahu sabe que el criminal islámico Ahmadineyad está listo a responder las provocaciones que les permitan cumplir la orden divina de causar el Fin del Mundo, según determinación del marido de la bella y prostituida Sara a quien conoció íntimamente el faraón de Egipto, al menos, porque su marido prefirió presentarla como hermana para proteger su valiosa vida (Gen. Cap. 12 ver.10-20), lo cual le costó plagas grandísimas al faraon y su corte, pero le reportó fortuna al astuto pastor. En cambio, Abimelech, víctima del mismo engaño por parte de Abraham, fue advertido a tiempo por Dios, de modo que logró evitar los castigos sufridos por el faraón, según dice el Génesis en el capítulo XX, versículos 1 a 7.

Esas son las actitudes del padre de las ideas delirantes que inspiran a quienes convocan la guerra y la destrucción del Mundo para apurar el Juicio Universal anhelado por las tres religiones provenientes del patriarca por antonomasia.

Por su parte, el fanatismo exacerbado de la religión laica que es el fútbol, ilustra el pésimo camino que están siguiendo los egipcios para superar la Historia mediante el establecimiento de una sociedad realmente democrática y respetuosa de los individuos y los pueblos.

Los dolorosos acontecimientos en Port Said demuestran claramente que el esfuerzo de liberación está siendo desvirtuado al apegarse a posiciones extremas de intolerancia, fomentadas por las autoridades militares (y por quienes desean remplazarlas o, al menos, compartir el poder que ejercen sobre la población civil e inerme) para mantener sus privilegios y, eventualmente, su hegemonía, en la medida en que logren marginar a los ciudadanos de la participación consciente en la determinación de los asuntos públicos de verdadera importancia, como la disposición de las riquezas que suministra el petróleo y cuya explotación es un crimen contra la biosfera, por ejemplo, aunque los potentados lo fomenten con codicia y absoluta irresponsabilidad, con la perversidad del consumismo neoliberal que tanto aporta para la destrucción del Mundo.

La arrolladora presencia de los Hermanos Musulmanes en el futuro gobierno egipcio-que remplazaría a los militares asesinos y millonarios, en caso de que accedan a entregar el gobierno- exige que la gente comprenda el atraso cultural que significaría adoptar un régimen teocrático absolutamente represivo y machista, resuelto a guiar al pueblo de acuerdo a las enseñanzas del profeta Mahoma, de modo que quien no se someta será reprimido, como es lo usual en los regímenes confesionales y totalitarios. El cristianismo tiene antecedentes funestos que nos permiten hablar con conocimiento de causa. De éstos han sido víctimas, en su momento, tanto los judíos como los musulmanes y muchos inocentes más.

Es indispensable que la gente admita el atraso que significa un régimen de esas características, a fin de no dejarse robar su victoria contra el dictador Hosni Mubarak fortaleciendo una tendencia islamista extrema que impedirá alcanzar una sociedad democrática auténtica, no meramente respetuosa de las formas liberales en que la burguesía ha fundado su dictadura en los países capitalistas y en sus imitadores “revolucionarios”, palpablemente jerárquicos, consumistas y opresivos, como China y Rusia.

El hilo conductor para definir la sociedad democrática auténtica tiene que ser el respeto universal de los Derechos Humanos de todos los habitantes, poniendo un énfasis especial en los de las mujeres, pues se trata de religiones misóginas que consideran a la mujer un ser inferior que se debe someter al hombre, ponerse a su servicio y estar dispuesta a dar la vida por él, como lo aprendieron de Sara, resuelta a sacrificarse por Abraham.

Desde luego, las constituciones nacionales que -tras un amplio proceso de deliberación democrática auténtica, o sea, en la que la participación sea libre y abierta a todos los ciudadanos- se otorguen los pueblos tunecino, egipcio y libio, como los demás que se vayan deshaciendo de sus verdugos, tendrán que instaurar una sociedad laica en la cual la religión sea un asunto estrictamente personal, propio de familias y pueblos que comparten creencias y costumbres que los identifican y singularizan, dotándolos de una cultura propia, pero jamás un dogma obligatorio para todo ser humano a quien los creyentes tendrían todo el derecho a violentar para convertirlo a la religión de los elegidos, en caso de que se admitan gentiles. De no admitirlos, el hereje devendría en cadáver o en esclavo de los fieles.

El espectáculo de la oración colectiva en las teocracias islamistas es conmovedor. Pero los escépticos creemos que, como con el llanto de los dolientes norcoreanos por la muerte de su líder, puede obedecer, más que a devoción, al temor de ser señalado como enemigo del régimen o poco leal. Algo similar a lo que ocurría cuando la Inquisición Cristiana imperaba.

Por eso, el que se atreva a no rezar en las calles en una teocracia que lo exija, se estaría suicidando. Por eso, la conquista revolucionaria de la “primavera árabe” no puede ser el establecimiento de teocracias como la de Irán o las que sueñan imponer los talibanes en los países árabes o islámicos, mientras extienden su Yihad por el Mundo entero.

De serlo, la guerra en que vienen empeñados los tres polos herederos de Abraham será inevitable y la Humanidad perderá toda esperanza de alcanzar una vida digna, desperdiciando una oportunidad que jamás habíamos tenido los ciudadanos de a pié, meros siervos de los potentados durante el dominio de la Historia que fenece.

Con una sociedad realmente democrática, necesariamente laica, evitaremos que los apocalípticos acaben con el Mundo y la Vida, porque los mansos asumiremos el poder para distribuir equitativamente las riquezas y fomentar la plena realización de todos los seres humanos, como misión fundamental de una verdadera sociedad civilizada, ajena a la violencia tanto como a los sicópatas que la fomentan para conservar sus privilegios.

Que cada uno crea lo que quiera, pero no podemos tolerar al que cree que tiene la obligación de imponernos sus creencias o de exterminarnos porque no las compartimos.

Por eso repudiamos todos los fanatismos, aunque toleramos a los fanáticos mientras no atropellen los derechos ajenos, como hacen los halcones de USA contra todo el que caiga en sus garras y hasta contra su propio pueblo, tan patriótico pero cada vez más despojado de sus derechos civiles, que fueron el gran orgullo de los padres fundadores y que el Neoliberalismo pisotea sin compasión, sobre todo desde que el estulto criminal George W. Bush se inventó la lucha contra el terrorismo, aconsejado por su sanedrín y contando con la complicidad del santón petrolero, supuestamente musulmán aunque fue un carnicero de musulmanes, Osama bin Laden.

De hecho, lo protuberante es un terrorismo de Estado que ha roto todas las barreras y que ya la gente está identificando en todo su maquiavelismo como una invención de los potentados para reforzar su dictadura y aumentar la miseria de los pueblos.

Parafraseando al poeta, ante tantas canalladas innegables y ampliamente difundidas, estamos sintiendo el latido enamorado con que nuestro corazón recuperado nos está diciendo todo, todo. O sea, llegó la hora de que la Verdad se imponga, o el triunfo de los impostores será definitivo, de modo que no tendremos futuro.